«Escuchaba las canciones y solo podía pensar en ti.»
Ella quería hacer una tesis sobre el álbum que amaba y decidió buscar la ayuda del creador cuyo propio álbum odiaba. ¿Qué podría salir mal?
|Prohibida copia u adaptación, se original.|
|2019|
"El amor es como una ruleta." Life is Real (Song for Lennon)
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Las páginas de las revistas mostraban fotografías de Roger Taylor posando cariñosamente con diversas modelos, incluida la rubia del día anterior que había llamado "empleada" a Amber Connery. Aquello enojó sin razón a la joven de veintiún años, e hizo que cerrara la revista y la dejara sobre la mesa con un acto brusco.
En la misma calle en donde su departamento de cinco pisos se encontraba ubicado, la puerta de un vehículo deportivo color azul oscuro, se cerraba dejando ver a un hombre de camisa gris, jeans azules y lentes de sol. El conductor de ese vehículo veía el edificio confundido, pues no sabía que timbre tocar.
Mientras tanto, la joven con un trapo sucio sobre sus manos, se dirigió a limpiar las ventanas de su apartamento, pero el lujoso auto estacionado y el hombre pensativo que se encontraba apoyado en el, la asustó.
—Tiene que ser una broma —se dijo a si misma. Y agradeciendo de no vivir en la avenida principal, cogió un cojín y se lo lanzó a Roger Taylor, que se encontraba aún pensando que timbre debería de tocar.
—¡¿Qué mierda?! —gritó el rubio al recibir el golpe del suave objeto. Alzó su mirada y se encontró en el tercer piso a una Amber Connery confundida y enojada a la vez.
—¡¿Qué haces aquí?! —gritó.
—¡¿Te parece si subo?! —gritó, pero con temor.
La muchacha asintió y con furia cerró la ventana. Se deshizo de la revista de chismes sobre artistas y la dejó en el basurero de su habitación. Corrió hacia la cocina y presionó el botón del intercomunicador para abrirle la puerta principal al músico que esperaba abajo. Miró por ultima vez su apartamento y al ver que aparentemente se encontraba en orden y sin nada vergonzoso, salió y bajó en busca del rubio.
Roger con sus lentes negros subía las escaleras con ambas manos en los bolsillos de su pantalón, pero la presencia de una jovencita de unos catorce años lo detuvo.
—Disculpa, ¿te he visto en algún lado? —preguntó confusa mientras sostenía su mochila escolar.
El rubio no sabia que hacer o responder, así que solo se mantenía con la mirada baja.
—Es sordo —respondió la castaña que había llegado al piso tres.
—Juro que me parece familiar —volvió a insistir la adolescente.
—Creo que estas confundida. Ahora entra a tu casa porque tu mamá debe de estar preocupada —comentó mientras sujetaba la mano del músico—. Adiós Lucy.
