El Despertar 7

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Esa noche, durante la cena, no tuve tanta suerte como la última vez y me viafinada entre mi cuñado Louis y mi sobrina Cristina. Todos mis deseos desentarme cerca de Camila desaperecieron enseguida. Al menos me distraje un pocoobservando a la cría hacer multitud de muecas y gestos que me hicieron reír.La conversación giró en torno a asuntos banales, cada uno exponiendo su punto devista sobre la política o la economía. Esta vez mi madre, con gran acierto, seabstuvo de sonsacarle información a Camila, quien parecía más relajada que laúltima vez.No habíamos cruzado una palabra tras su llegada y yo comenzaba a desesperarmepor su aparente indiferencia hacia mí. Pensé en eso de la indiferencia y me dicuenta de que todo había estado siempre en mi imaginación, que ella jamáscorrespondería a mis deseos de la manera que yo quería, que ella jamás soñaríaconmigo de la misma forma, que sus miradas jamás serían mías. Me sentítraicionada por mi conciencia al traerme en aquellos momentos semejantespensamientos.Levanté la vista hacia Camila por centésima vez esa noche, y casi grito alencontrarme con sus preciosos ojos chocolate mirando directamente a los míos. Mesonrió levemente y yo sentí cómo mi cuerpo se deslizaba de la silla sin poderevitarlo. Fue como si mis músculos se hubieran rendido y, de repente, quisieranconvertirse en gelatina.

Notando mi destemplanza, más que nada porque casihabía desaparecido por entero debajo de la mesa, se giró de nuevo para atender ala conversación de mi hermano.- ¿Te encuentras bien? -preguntó mi padre, atrayendo con ello toda la atenciónhacia mi persona.- Sí. -murmuré, como era habitual en mí.No me atreví a levantar la vista hacia mi progenitor, sabiendo que efectivamenteencontraría la duda y la sospecha en sus ojos. En esos momentos no estabapreparada para mostrar nada de mí al mundo, por lo que seguí con la cabeza gachay la mirada en mi plato hasta el final de la cena.Si me preguntaran ahora mismo sobre la cena, no sabría decir con seguridad nisiquiera qué era lo que habíamos comido.En cuanto terminó la comelona, salí al porche y me senté en las escaleras, sola. Notenía ganas de asistir a la posterior reunión donde todos seguirían hablando de losmás diversos y aburridos temas. Además, tenía la esperanza de que ella viniera ahacerme compañía.

Miré al cielo cubierto de estrellas, un placer que en la ciudad nos negaba lapolución. Sonreí ante tan maravillosa vista y fue entonces cuando vi cruzar unaestrella fugaz. Cerré los ojos tanto que me dolieron para pedir un deseo, pero antesincluso de formularlo, ya se me había concedido.- ¿Puedo sentarme un rato contigo?No abrí los ojos, maldiciéndome por si aquella voz que acababa de oír no era real,sino producto de mi dilatada imaginación. Tomé una inspiración, apenasdetectable, y los abrí lentamente. Enseguida abarqué su visión, justo encima de micabeza, mirándome divertida. Pensé que debió de haber sido ridículo encontrarmeallí, con los ojos cerrados y con una extraña expresión, casi cómica, en mi rostro.-

Por favor. -dije, aunque me dio la sensación de que casi lo supliqué.- Gracias.Tomó asiento a mi lado, en el segundo escalón. Por el rabillo del ojo la observédoblar el cuello para mirar el cielo.- Pocas veces he visto el cielo tan estrellado como esta noche. -dijo.- Las noches aquí suelen ser así.- Sí, sé lo que es vivir en el campo. De pequeña, mi familia vivía en una hacienda,creo que ya sabes que mi padre tiene viñedos. -asentí.- Las noches allí eranmágicas. Yo solía escaparme a la azotea y tumbarme allí con mi manta hasta quecasi amanecía. Jamás me cansaba de mirar al cielo.Pude apreciar cierta nostalgia en su voz y aquel descubrimiento hizo que micorazón se encogiera.- ¿Tienes hermanos?- No, soy hija única, desgraciadamente. -me miró sonriendo.- Pero aceptovoluntarios.Dejó la frase en el aire, aunque yo sabía a lo que se refería. Si se casaba con mihermano, entonces ambas llegaríamos a ser hermanas políticas. No permití queninguna expresión cruzara por mi cara y me mantuve tan inexpresiva como fuicapaz, aunque en el fondo deseara rebelarme ante esa idea.

Puse toda mi atenciónuna vez que ella comenzó a hablar de nuevo.- Mi madre murió cuando yo era pequeña y mis relaciones con mi padre no son enabsoluto buenas. No le gusta cómo he elegido vivir. -me miró.- Tienes una familiamagnífica, Lauren.Sonreí levemente mirándola.- ¿Incluso a pesar de mi madre?Hizo ademán de pensar.- Incluso a pesar de ello. -bromeó.Emití un suspiro y devolví mi atención a las estrellas, imitando la posición de ella,apoyándome sobre mis codos. El silencio se prolongó hasta que yo decidíromperlo con la pregunta más estúpida de las que podía haber hecho.- ¿Qué edad tienes?Me miró extrañada, pero me lo dijo sin más dilaciones.- Veintisiete.Hice cuenta mentalmente de que eso eran tan sólo nueve años más que yo. No séporqué me sentí aliviada de saber que la edad no era un obstáculo tan insalvable.Al menos para mí.- ¿Y tú? -inquirió de súbito.- Lo justo es lo justo.- Tengo dieciocho.- ¿Sólo dieciocho? -rebatió enseguida.- Fruncí el ceño por no poder saber a lo quese refería con eso de "sólo". ¿Es que acaso la había decepcionado? Su sonrisa mehizo ver que bromeaba.- Supongo que ya vas a la universidad.- Sí. -dudé.- Eso me mantiene alejada de casa durante demasiado tiempo.- Eso a mí me resulta un tanto extraño. -dijo con insólito tono de voz.La miré buscando respuestas.- ¿El qué?- Que te duela tanto estar lejos de tu hogar. A tu edad, yo sólo quería huír de lamía. -confesó. Tras eso abandonó la visión de mi rostro para concentrarsenuevamente en el cielo.Eso fue suficiente para mí para entender que, por ahora, el tema estaba zanjado.Me dio la impresión de que no era una persona de muchas confesiones y que loque acababa de hacer, aunque sólo fuera una simple frase, le había costado muchoesfuerzo. Me vi inundada por el dolor que me autoinfringí al pensar en una Camila dolida o desdichada. No supe hasta qué punto mis sentimientos gritabanpor el amor de esta mujer hasta esa misma noche.- ¿Piensas quedarte las dos semanas?- No, creo que me iré este domingo. Aún tengo muchas cosas que hacer, y estasminivacaciones no figuraban entre mis planes.- Puede que te aburras y te vayas antes del domingo... -añadí cuidadosamente.Me sonrió una vez más. Empecé a creer que sabía exactamente el efecto que esotenía en mí.- Espero que seas capaz de evitar que eso ocurra.Me sentí afortunada de estar sentada, de lo contrario, habría dado con mis huesosen el suelo.-

Christofer ya habrá pensado en eso y tendrá alguna clase de plan para que no pasesun solo momento aburrida.Me arrepentí de haber dicho aquello, pues me miró con expresión circunspecta, yyo volví a analizar mis palabras, intentando encontrar la razón de aquella mirada.- Toda tu familia cree que tu hermano y yo somos novios, ¿verdad?- No sé si "novios" -mastiqué la palabra como si fuera un trozo de limón.-, es lo más correcto a utilizar. -De repente sentí la angustiosa necesidad de desprestigiara mi hermano.- Christofer trae tantas chicas a casa que sería casi un sacrilegiollamarlas "novias". Debe existir alguna clase de porra sobre tu duración en lafamilia.- Entiendo. -fue su seria respuesta.Me arrepentí inmediatamente de haberle dicho aquello. Quizás había idodemasiado lejos en mi repentino ataque de celos y puede que incluso le hubierahecho daño. Me obligué a pensar en una forma de compensarla, pero mi cerebrose negó a pensar con la brillantez a la que me tenía acostumbrada. Tan metidaestaba en mi particular lucha que casi me pierdo sus siguientes palabras.- ¿Harías una cosa por mí?"Te daría mi vida si me lo pidieses sin dudarlo".- Por supuesto. -respondí.- ¿Me guardarías un secreto? -preguntó una vez más, elevando con ello micuriosidad.- Sí. -no pude evitar la avidez con la que respondí.- No apuestes en esa porra. -dijo llanamente.Se rió al ver mi expresión de completo aturdimiento. Por un momento, por micabeza pasó la idea de que quizás no eran novios, tal vez sólo fueran buenosamigos. Mirándola me dije que era imposible tenerla como simple amiga. Sólohabía que obervar la expresión de mi hermano cuando la enfocaba para saber quesentía algo muy profundo por aquella belleza.

Cada vez me resultaba másenigmática y eso sumaba aún mayor curiosidad.Yo ya podía sentir el veneno recorriéndome las venas.- Estás aquí. -dijo alguien desde atrás y las dos nos movimos al unísono para verde quien se trataba. Christofer estaba de pie, junto a nosotras. Bajó dos escalones para encararnos defrente.- ¿Qué te ha contado la mocosa de mi hermana? -preguntó burlón.Deseé tener uno de los rifles de Don Federico para poder deshacerme delimpresentable de mi hermano. ¿Es que siempre tenía que ponerme en evidenciadelante de los demás? ¿Por qué no podía ignorarme, como lo hacía siempre queestábamos solos? Christofer se rió a gusto, al parecer, simplemente por el hecho de haberme llamadomocosa. Camila no. Se quedó allí, mirándolo fijamente, con expresión seria. Hizoque la sonrisa se borrara de la cara de Christofer de un plumazo. Mi hermano optó porcambiar de tema.- ¿Te apetece dar un paseo?Antes de contestarle, se giró hacia mí.- ¿Quieres venir? -me preguntó.Sabía que debía decir que no, puesto que estaba claro que a Christofer no le haría nadade gracia que los acompañara. Así que, como siempre, hice lo que debía.- No, gracias. Creo que me voy a ir a la cama. Mañana tengo sesión de pesca conpapá y apuesto a que me despertará al amanecer.

- Tu habitación es la del ático, ¿verdad?

-preguntó.

- Sí.





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Hola holitas, ya estoy aqui nuevamente, disculpenme x favor por la tardanza.

espero lo disfruten y no se olviden darle un me gusta y si tienen comentarios dejenmelos o si hay errores de igual manera. gracias gracias

nos leemos :)

Mi bella CamilaWhere stories live. Discover now