Mi mundo se rompio. Cap:31

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– Te quiero. –murmuré. La vergüenza me hacía incapaz de decirlo a viva voz.

– Oh, Lauren... –se lamentó y su lamento fue lo último que oí de ella esa noche.

Regresamos en completo silencio y volvimos a unirnos al resto. El sonido de los fuegos artificiales me parecía insufrible a ese punto y cerré los ojos ante la punzada de dolor que inundó mi pecho. Me di la vuelta y allí estaba Diego. Yo sólo pude sonreírle. Poco después abandonaba la fiesta junto con mi padre. La realización de lo que había hecho me llegó a solas en mi cama. Estaba segura de que la había perdido para siempre.

Hundí la cara en la almohada mientras las lágrimas hacían acto de presencia y me sumían aún más en la desesperación. "Mañana será otro día", me repetí una y otra vez hasta que esa letanía me indujo al sueño. A la mañana siguiente me desperté con un agudo dolor de cabeza y la boca pastosa. Estaba segura de que repudiaría el alcohol por el resto de mis días. Me di una larga ducha que ayudó a despejarme y cuando me vestí y acicalé correctamente decidí que ya no podía evitar por más tiempo el bajar las escaleras y encararme con Camila.

Dentro de mí había un inmenso temor a lo que pudiera yo ver en sus ojos. Sabía que si encontraba repulsión en su mirada no sería capaz de superarlo. Ella era demasiado importante para mí. Pero ya no podía borrar lo que hice, tal vez sí pudiera explicarlo y, llegado el momento, ofrecer una sincera disculpa. Bajé los escalones sin prisa, como dándome tiempo a recuperar toda mi valentía. Al llegar abajo la casa parecía estar en completo silencio. Me dirigí a la cocina y allí encontré a mi madre y a Lexa.

– Buenos días.

– Hola, Lolo. ¿Quieres desayunar? –preguntó mi madre.

Arrugué la nariz con disgusto. Mi resaca era tan grande que el pensamiento de tragar cualquier alimento me daba náuseas.

– Tienes un aspecto horrible... –expuso Lexa.

– Gracias, hermana. –alegué yo irónicamente.

– ¿Dónde están los demás?

– Aún están en la cama. Menos papá que ha ido a dar un paseo con Cristina. Christofer y Camila se fueron anoche, poco después de llegar de la fiesta. Mi mundo se rompió al caerme a los pies.

– ¿Qué? –dije con la voz entrecortada.

– Al parecer Camila recibió una llamada y tuvieron que partir de urgencia. Espero que no sea nada grave. "¿Una llamada?". Yo sabía que no había sido eso. Eché a correr sin importarme los comentarios que suscitaría mi reacción y salí al exterior de la casa sólo para comprobar la ausencia de los dos coches.

Camila me había abandonado. Cómo me dolió comprobar eso...

– No... –dije trémulamente, aunque me hubiese gustado gritarlo. Me odié a mí misma por no haber sabido conservar lo único bueno que había en mi vida. Me repetí una y otra vez lo fracasada que era y que seguiría siendo. Algo en mi interior me decía que no volvería a ver a Camila, que ella se había alejado de mí para siempre. El amor duele, castra, mutila, sesga...

El amor no correspondido simplemente te quita la vida. Mi padre apareció entonces junto con mi sobrina y me vio apoyada allí, agarrada como si la vida se me fuera con ello a la balaustrada de madera.

– Lauren. –me llamó preocupado.

– ¿Qué ocurre? Yo era incapaz de contestar. Reprimí las lágrimas como pude, cerrando los ojos con fuerza. – ¿Lauren? Dime que ocurre... "Quiero morirme, dejar de existir". Miré a mi padre una última vez antes de encerrarme nuevamente en la habitación y cerrar con ello un episodio de mi vida del que estaba segura jamás lograría recuperarme.

Camila se lo había llevado todo con ella esa noche.

Mi bella CamilaWhere stories live. Discover now