No me haces infeliz. Cap: 81

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– Sí... –se frotó la frente cansadamente.

– Ella también da respingos cuando pronuncio tu nombre en su presencia. De hecho, rehúye cualquier conversación que gire en torno a ti... Sólo el oír tu nombre puede hacer que se encierre en un mutismo absoluto. Aparté mi almuerzo a un lado, de repente sentía náuseas, y me apoyé sobre la mesa con los codos. No era capaz ni siquiera de mirar a Taylor, quien no apartaba sus ojos inquisidores de mí.

– Te has acostado con ella, ¿verdad?

– ¿Qué? –dije incrédula.

– Lo imaginaba... –se respondió ella misma.

– Lo que más me intriga es cómo demonios lo has logrado... Terminó su almuerzo y se bebió ruidosamente el resto de su refresco.

– Lo dices como si la hubiera pervertido o algo así... –contrarresté algo molesta.

– No me refería a eso. Lo que quería decir es cómo, sabiendo como eres, se ha liado contigo...

– ¿Sabiendo como soy? –dije, completamente perdida.

– Sabiendo que le harías daño. Aquellas palabras me sentaron como un jarro de agua fría y lo que es peor, sabía perfectamente que eso era lo que mi hermana había pretendido desde el primer momento. Cubrí mi rostro con las manos y suspiré. La conversación comenzaba a hundir mi estado de ánimo.

– Mírame. –ordenó, apartándome las manos de la cara con brusquedad.

– Lo he visto con mis propios ojos, Lolo. He visto lo devastadora que puedes llegar a ser contigo mismo... Y con los demás. A Camila nunca le has dado miedo. A mí a veces me lo das...

– Taylor...

– No digas "Taylor" con ese tono, que te conozco. –me interrumpió, y por primera vez me di cuenta de que mi hermana parecía estar enfadada.

– No pretendo que me cuentes lo que pasó porque, francamente, prefiero no saberlo. Sólo quiero que me digas si ahora todo ese amor que decías sentir por Camila se ha evaporado. No pude contenerme y me eché a reír con dolor. Mi querida hermana estaba sugiriendo que quizás lo único que había perseguido de Camila era algo sexual disfrazado de amor y que, una vez logrado mi objetivo, la había abandonado.

– ¿Tan retorcida me crees? ¿Tan ilógico te parece que pueda amar a alguien profundamente, aunque sea de mi propio sexo?

– Lauren...

– No, espera. –ordené yo ahora.

– No sabía que dudaras de mí hasta tal punto, Taylor, no sabía que pensaras que mis sentimientos pudieran ser tan volubles... Me incliné hacia delante, apoyándome en mis antebrazos y hablé con voz estrangulada.

– ¿Quieres saber la verdad? La verdad es que no puedo vivir sin ella. Cada día que pasa es como una prueba de resistencia. Nunca fui más feliz que los pocos días que pasó a mi lado y lo que es peor, creo que no lo seré nunca... Soy un desastre, tienes razón, pero mi capacidad de amar, de amar a Camila es infinita. Le amo tanto que incluso me duele...

– Lo siento.

– Por supuesto que lo sientes... –añadí, levantando las manos para seguidamente dejarlas caer sobre la mesa otra vez.

– ¿Qué piensas hacer?

– Aprender a vivir sin ella o conquistarla de nuevo. –dije, con absoluta convicción.

– Y ambas son igual de imposibles...

– Parece como si esperaras que de un momento a otro te venga la inspiración divina para saber qué hacer. – ¿Y qué es lo que me sugieres que haga?

– Que la olvides de una vez, que dejes de ir por la vida como una maldita víctima y que aprendas a vivir. Mi hermana, literalmente, me estaba fusilando. Se hizo un profundo silencio entre Taylor y yo. Nos miramos fijamente, ella muy dispuesta a no apartarla, poniendo de manifiesto que sabía que llevaba toda la razón. Le hizo un gesto a un camarero que pasaba por allí y pidió la cuenta.

– Tengo que irme. –me anunció tranquilamente, mientras alcanzaba su bolso y sacaba su monedero.

– Aún tengo que hacer muchas cosas en casa.

– Sí... –fue todo lo que mi garganta pudo emitir. Se levantó de la mesa y recogió sus bolsas. Al pasar por mi lado, se agachó para hablarme al oído.

– Cambia... –me dijo como si fuera un ultimátum.

– ¿Qué haces ahí? –me preguntó Lucy con el ceño fruncido cuando me avistó. No sé cuánto tiempo la había estado esperando sentada en las escaleras que daban al rellano de su apartamento. Sólo sabía que después de haber salido del centro comercial, me había dirigido directamente a su edificio.

– ¿Ocurre algo? –volvió a preguntarme.

– No. Sólo te esperaba.

– ¿Has perdido la llave que te di? –inquirió nuevamente.

– No. –me levanté de mi insólito asiento y me acerqué a ella.

– Deja que te ayude. Le tomé una de las bolsas que portaba y esperé hasta que ella abriera la puerta. Luego me dirigí directamente a la cocina y la deposité sobre la encimera.

– ¿Hubo suerte con las compras? –me preguntó, al tiempo que comenzaba a colocar los víveres que había comprado.

– Sí.

– ¿Qué tal con Taylor?

– Muy bien. Deseosa de conocer los detalles de nuestra relación... –bromeé. Se giró hacia mí y me regaló una amplia sonrisa. Luego siguió con su tarea. Pensé que, viéndonos allí, haciendo algo tan simple como mantener una cordial conversación en medio de la cocina, nos hacía parecer como un matrimonio feliz.

– No entiendo como siendo tu hermana aún no te conoce... –dijo, con su cabeza totalmente metida en el refrigerador.

– ¿A qué te refieres? – Pues a que es imposible sacarte las cosas a menos que tú misma estés dispuesta a revelarlas. Cogí una de las manzanas que estaban expuestas en el frutero y comencé a roerla.

– Lucy... –la llamé quedamente.

– ¿Sí? –abandonó toda labor para darme su plena atención.

– ¿Te importa que no te haya pedido venir conmigo a la boda?

– No. –su respuesta fue clara y rápida. Algo que indicó que sin duda decía la verdad.

– Bien... –murmuré para zanjar el asunto antes de darle otro bocado a la manzana. Pero Lucia siguió mirándome con sospecha y entonces comprendí que para ella las cosas aún no estaban demasiado claras.

– ¿Hay algo que debo saber? ¿Qué es lo que está pasando por esa cabecita tuya? – preguntó medio en broma medio en serio. Creí que era momento de averiguar ciertas cosas.

– ¿Te hago feliz?

– No me haces infeliz, y creo que eso es más importante.

– Me refiero a si...

– Sé a lo que te refieres. –me interrumpió.

– Me gustan las cosas como están. Y creo que tú sientes lo mismo.

– De acuerdo.

Mi bella CamilaWhere stories live. Discover now