Los columpios? Cap:48

1.8K 86 1
                                    


Me quedé muda mientras la miraba. Sentía sus palabras retumbar aún en mis oídos.

– Soy así, Camila. Me cuesta hablar de mí o de lo que siento. No creo que sea la única persona que sea así en el mundo... Tú también eres así... –indiqué, mirándola de soslayo.

– Pero yo lo soy como consecuencia de algo más. Nunca tuve a nadie con quien compartir mis pensamientos o mis deseos. Eso, al final, acaba por amoldarse a ti y convertirse en otro rasgo de tu personalidad.

– No me hagas sentir infeliz por ser como soy. –le pedí casi en clemencia.

– Antes no eras así...

– Antes no sabía lo que era la vida o el sufrimiento. –añadí rauda...

– Ahora lo sé y eso cambia a las personas.

– Me gustaba como eras entonces... –admitió mirándome fijamente.

– Supongo que eso significa que ahora te desagrada mi actitud.

– Sí cuando haces las cosas para convertirte en víctima. Eso es algo que me saca de quicio...

– ¿Acaso no lo soy? –dije, un tanto burlonamente.

– A este paso seguirás siéndolo toda la vida. ¿Es eso lo que quieres?

– Haces preguntas para las cuales sabes que no tengo respuesta.

– De acuerdo, Lauren. Basta ya de preguntas... –me concedió tras un suspiro. La observé mientras sorbía ruidosamente los últimos restos de su zumo y pensé en nuestra conversación. Ella seguía empeñada en ayudarme de la mejor forma que sabía, cosa que, aunque pareciera lo contrario, yo le agradecía. Pero en aquellos momentos era incapaz de aceptar otras razones que no fueran las mías. Algo requirió toda mi atención. En un instante pensé que incluso podría ser divertido y que liberaría en algo la tensión entre nosotras. Al fin y al cabo, quería disfrutar de cada segundo que Camila amablemente me regalaba.

– ¿Te atreves con los columpios? –pregunté abandonando mi asiento.

– Por supuesto. Nos alejamos lado a lado rumbo a los enormes columpios de madera. Las horas pasaron para mí como un breve suspiro. Vi a Camila consultar varias veces su reloj y aunque deseaba no perder la serenidad que me otorgaba su compañía, decidí preguntarle si tenía otros compromisos.

– Podemos irnos ya, si quieres. –añadí. Me sonrió negando con la cabeza.

– Acabo de recordar que tengo un pequeño asunto que debo arreglar y ya son las cuatro de la tarde... Sólo que me cuesta tener que dejarte.

– A mí también. –coincidí con ella.

– ¿Cuándo te reincorporas al trabajo? Bajé la cabeza. Yo no había preparado nada para cuando me hiciera esa cuestión, así que me vi obligada a decirle la verdad, aunque supiese de antemano que no le iba a gustar en absoluto.

– Lauren, mírame. –me ordenó. Creo que ya sabía que lo que iba a oír no sería muy agradable.

– Lo he dejado. La oí suspirar.

– ¿Por qué?

– No lo sé. Simplemente lo hice.

– ¿De qué piensas vivir? –dijo con voz dura.

– Eso no es problema... Tengo dinero suficiente como para...

– Oh..., por supuesto. Pregunta estúpida la mía.

– Camila, sigues haciéndolo a pesar de todo... Aún me ves como una niña.

– Yo nunca te he tratado así. Yo siempre te he visto como lo que eres. Pero no puedo evitar sentir rabia cuando veo lo que estás haciendo. Me levanté, dispuesta a regresar al coche cuando sentí avecinarse otra lectura sobre mi comportamiento. Eso era lo que menos deseaba en esos momentos, sobre todo porque rompería la paz que habíamos logrado establecer entre ambas.

– ¿A dónde vas? –me preguntó desde atrás. Me paré en seco y me giré hacia ella.

– Creí que tenías algo pendiente de hacer. Recogió nuestros deshechos y se acercó hacia una de las papeleras para depositarlos. Luego se unió a mí en el camino. Anduvimos hasta el coche en completo silencio. Antes de que ella pudiera alejarse de mí para rodear el auto la cogí de un brazo. De repente sentí a la imperiosa necesidad de confesarle el sombrío destino al que yo había empujado mi vida sin poder evitarlo.

– Camila... –comencé sintiéndome demasiado nerviosa para poder expresarme con claridad.

– Odio comportarme así contigo, sobre todo porque sé que lo único que intentas es ayudarme. Pero ahora mismo estoy tan perdida que no sé ni lo que soy...

– Lauren... Levanté una mano hacia ella acallándola. Yo aún tenía cosas que decir que no podían esperar a ser dichas.

– Déjame acabar aún tengo algo muy importante que compartir contigo. –tomé un último aliento antes de proseguir.

– No puedo pedirte ayuda porque si lo hago significará darte más de mí de lo que ya te he dado y cuando te alejes de nuevo sé que no seré capaz de seguir adelante.

– ¿De qué me estás hablando? –me preguntó ceñuda.

– ¿Te estoy haciendo una pregunta, Camila... Cuánto tiempo pasará antes de que vuelvas a dejarme como la última vez?

– Lo dices como si de alguna forma te hubiera abandonado...

– En aquel momento lo sentí así. –le aseguré mirándola fijamente.

– Lo hice por ti.

– Más bien por ti misma. No me digas que tú no sentías algo especial por mí, puede que no fuera algo sexual, ni tan siquiera romántico, pero era algo. Ni siquiera grabándome en la piel tu nombre a fuego vivo me habrías marcado tanto.

– Lauren... –me llamó dulcemente al tiempo que se acercaba a mí y me rodeaba con sus brazos. Me acoplé al cuerpo de Camila como si realmente fuera parte de ella. La rodeé por la cintura y hundí mi rostro en su cuello. Cerré los ojos y me dejé llevar por su inconfundible aroma.

Ella seguía oliendo igual que siempre. Aspiré con fuerza y sin pensar casi moví las manos en su espalda, acariciándola, sintiendo el calor de su piel por encima de su camisa. Camila me atrajo más a ella, intensificando el abrazo. Oí los pasos de alguien que se acercaba y noté cómo Camila deshacía el abrazo y daba un paso atrás. Yo me quedé allí mismo observando cómo ella miraba al grupo de gente pasar a nuestro lado. Supuse entonces que había abandonado mis brazos por la presencia de aquellas personas.

– Vayámonos de una vez. –dije algo irritada. Nos subimos en el coche y nos pusimos en marcha.

Mi bella CamilaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang