XXXI

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Tenían a la vista, al frente, la Plaza de Armas. Era una mañana,  casi al medio día. El viento parecía que se hubiera detenido aún siendo una zona de fuertes vientos. Caminaron hacia esa dirección. Ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio. Probablemente tampoco le fue fácil para Reina. Ambos tenían su rostro desencajado. Pareciera que hubieran cometido un crimen, como si hubieran asesinado a alguien. Y es que figurativamente se habían quitado la vida. ¿Dónde quedaban sus hijos? ¿Dónde quedaban los sueños de ambos? ¿Dónde terminaba su hogar, su nido de amor de veintidos años? Lo habían pisoteado y hechado al fuego. Lo habían destruido. Nada sería igual. ¿Qué le dirían a la pequeña e indefensa SOL? Ya no volvería a ver a papá con la frecuencia con que estaba acostumbrada la pequeña SOL. Seria fácil engañarle diciéndole:
-Tu papá ya no vendrá por que su trabajo está lejos- éste seria un buen argumento. A sus 3 añitos sería fácil engañarle. De seguro echará de menos a papá. Lo tendrá en su subconciente cuando le daba de comer, lo hacía jugar y cantaban juntos, tarareando una canción de niña y SOL escuchándola muy feliz. Ya papá no estaria con ella. Juan decidió vivir fuera de casa por la frecuencia de las discusiones. Poco tiempo atrás se había producido una fuerte discusión sobre quién se iría de casa. Juan le pedía a Reina se marchara por todo lo que había hecho. Los vecinos escuchaban éstas fuertes discusiones. Juan le entrego su ropa para que abandonara el lugar. Los vecinos se lo impidieron cuando Reina estaba saliendo de casa. Por la insistencia de los vecinos Reina se quedo en casa y Juan decidió retirarse antes que ocurriera algo que pudiera ser algún daño material por las constantes discusiones y peleas.
Mientras tanto el divorcio seguía su trámite.

Luis Alvarez Aponte
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INFIDELIDADWhere stories live. Discover now