INFIDELIDAD

LXXXVII

TODOS LA MIRABAN CON
DESEOS

Desde que conoció a Reina, todos la deseaban. A menudo salían juntos a visitar a amistades por las invitaciones que recibían y siempre o casi siempre Juan observaba que alguien la acechaba a Reina con la mirada. Era incómodo que las miradas se posaran rápidamente en ella. Hasta eran descarados, pues sin importar la presencia de Juan, se atrevían hacer amistad atropellando su derecho de esposo en ese momento. Su porte femenino hacía caer de rodillas a cualquier hombre. Una mujer que tenía todo envidiada por otras. Un rostro fresco, juvenil, ojos negros, nariz bien perfilada, rostro redondo y bien cuidado. De bustos sobresalientes y bien formados. Su silueta espigada que sobresalía al caminar. Tenía un andar como de modelo. Sus pasos al andar lo hacía con suma delicadeza, como desfilando por una pasarela. Usaba en algunas ocasiones mini falda, deslumbrando a todo el mundo por donde pasara dejando una estela de perfume costoso. Dejaba lucir sus hermosas piernas torneadas. Eran irresistibles. Sencillamente enloquecían. Éstas eran las razones el porqué las miradas que recibían eran como si quisieran desnudarla. Juan se sentía muy orgulloso por ella. Al salir con ella era como sacarla de una vitrina para lucirla. Él estaba acostumbrado a que la desearan a su mujer. Parecía que eso alimentaba su ego, su machismo. Se sentía como un Rey al lado de su esposa, por eso la complacía en todo. Confiaba en ella ciegamente. Se sentía mas enamorado cada día. A veces parecía que le gustaba que la desearan. Asi lo motivaba aún más a desearla con un deseo enfermizo, loco. Loco estaba por ella. Ya en casa, en el lecho conyugal hacían comentarios de aquellas miradas enfermisas. Ambos disfrutaban de esas miradas pícaras, llenas de deseo y malicia y reían juntos. Los tomaban como anécdotas. Juan no se sentía celoso, le gustaba que la admiraran y la desearan a Reina. Juan se sentía feliz con ella hasta que vino el engaño y traición de Reina.

Luis Alvarez Aponte
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