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Agustina se encontraba en el salón de belleza sola con su madre, hoy sería la presentación a la sociedad de Gook, estaba lista para morderse la lengua para no decirle Gook.

- Madre, ¿cómo estará Gook? -preguntó ansiosa llena de ruleros, con las uñas recién pintadas y a punto de ser maquillada.

- ¡No lo sé!, van como siete veces que me preguntas lo mismo, ¿por qué no vas a verlo por ti misma? -dijo Beatrice con unos pedazos de pepinos en los ojos para refrescar sus ojeras de que estuvo llorando a cántaros porque sería abuela.

- No puedo ir a verlo, esa es sección de caballeros y solo estoy en bata, si Gook me ve así se morirá de celos, por darme y no consejos, mejor lo espero -se removía inquieta, quería verlo-. No aguanto madre, iré a verlo.

- Vale, nada más no... -muy tarde una Agus corriendo como gacela al otro lado del salón exclusivo para hombres.

Como quien no quiere la cosa cinco mujeres lo rodeaban, una le arreglaba el pelo, otra le hacía la manicura, otra la pedicura, una simplemente maquillándolo un poco, otra le daba cerveza, le hacían chistes y él reía coqueto. Sintió sus venas arder y como la cabeza le daba vueltas, estaba enferma de celos. Se acercó más para escuchar.

- Eres muy guapo -lo miró con esos ojos azules que ella no tenía, sintió su pecho romperse.

- Sí, eres como salido de una película -esta le miraba el pecho descubierto donde se habría su bata.

- Estás esculpido por dioses griegos -dijo la que lo peinaba.

- ¿Y cómo te llamas? -preguntó una rubia blanca, perfecta y fina de labios rosas, con una voz angelical.

- Jeon... Jeon JungKook -su voz se hizo profunda y varonil.

- ¡Ah! Que raro y bello nombre.

- Descendencia Coreana, hijo único, único heredero del Clan Jeones unos de los mas poderosos dentro del monopolio, nada importante -Agustina echaba humo y fuego por las fauces de loba, estaba descontrolada.

- Oh, cariño, aquí estás -dijo dulcemente Agus-. ¿Cómo te han tratado?

Todas miraron a Agustina de pies a cabeza y aguantaron la risa.

- Bi... bien. ¿Ya terminamos? -preguntó apurado, todas asistieron pero ya habían terminado hace rato solo querían tocarlo un poco más-. ¡Bien! Me voy... -Gook tembló hasta los huesos, cerró los ojos y olió lo enfadada que estaba, tragó duro.

Agustina estaba enfadada y sabía que no tenía que hacer reniegos por el embarazo, entendía que tal vez Gook veía a muchas mujeres más lindas que ella, más fina, delicadas; ahora ya estaba calmada pero se encontraba triste y sin ganas, sólo quería llorar.

- Agustina, ¿dónde te has metido? Ven para que te maquillen -Agustina se sentó en el piso y lloró sin consuelo abrazando sus rodillas-. ¡Dios santo! Levántate esa posición ahora es mala para el bebé, ¿qué sucede, niña? Habla caramba.

Agustina no quería hablar, quería llorar, llorar hasta haber sacado toda la furia, celos y tristeza de su corazón. De niña usaba la misma pose para llorar sola en su habitación cuando algo la frustraba.

Gook por su lado estaba incómodo, oyó altos sollozos y sabía que era ella, se salió de las garras de las zorras y corrió junto a su loba. La encontró hecha bolita en el piso, miró tras él y las zorras lo habían seguido como moscas tras un pedazo de carne. Corrió y se puso delante de ella de rodillas y con fuerza abrió sus brazos, la puso encima de él, tomó su rostro y la vio con la nariz roja y llorando a borbotones.

- Ayúdala, hijo, ya le dije de todo y no se tranquiliza -dijo preocupada Beatrice.

- Mía, ¿qué sucede? -la miró a los ojos.

SALVAJE •••Where stories live. Discover now