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Habían pasado ya tres meses de que se fueron a vivir de nuevo a la selva, Gook estaba encantado con su vida tranquila, su hogar, su esposa. No les hacía falta nada tenían todo lo necesario para tener una buena vida, ya que una vez a la semana recibían víveres y muchas cosas más para sobrevivir.

- ¡Gook. Quiero fruta por favor! -dijo Agustina un poco incómoda por su vientre que crecía cada día más.

Iba por el último trimestre de embarazo, muy pronto nacería el bebé.

- Aquí está -le dio unas bananas y piña que partió con sus mano.

- Gracias mi amor.

Gook miró encantado como la gordita comía contenta, amaba tenerla en la etapa de luna llena, aunque tenía miedo de tocarla y hacerle daño.

- Esto, está.. dulce, ¡muy dulce! -Gook arrugó su nariz mientras que sonreía con ternura para ella.

Agustina siempre estaba echada en una amáca paraguaya bajo árboles frondosos, ahí pasaba la mayor parte del día, mucho no podía hacer por su barriga y su gran tamaño. Gook pescaba, recolectaba frutas, jugando tal vez en la punta de un acantilado tirándose en clavadas perfectas, ¡que vida! Una vida relajada lejos de ruido de la ciudad con su amado.

- Mi amor. Estás guapísimo asi húmedo -dijo pasando su dedo por el pectoral de Gook, este cerró los ojos por el placer que sentía con el simple tacto de ella.

La besó con desespero y notó que no quería hacerle el amor, estába demasiado grande, pues tampoco quería hacerla sentir incómoda.

- ¿Por qué me miras así Gook? ¿Acaso ya no te gusto? -se enderezó y la miró sentarse-. ¿Ya no soy atractiva?

- No -rugió como león y volvió a tomar sus labios para que callara, mientras de a poco iba entrando en ella.

Gook debía controlar las ganas de embestirla con fuerza, repartía caricias para calmar sus ganas desbocadas que tenía de hacerla gemir fuerte.

- ¡Ah! Mía, no soporto. Tengo ganas de hacerte el amor lo más salvaje, ¡ah! no soporto -con las manos temblorosa la puso de cuatro.

- Oh, amor hazlo -estaba tan mojada que él se resbalaba con facilidad dentro de ella, la embistió lentamente.

Temblaba de tanto placer que sentía el poder estar dentro de ella, embarazada y todo era terriblemente sexy para él, le tenía comiendo de su mano.

- Sí, mi amor. ¡Ah! -gimió llegando a su orgasmo.

- Ay, mía, perdón. No quiero lastimarte, pero me encanta estar dentro tuyo -Agustina rió con ternura, pues sabía que Gook era un hombre bien macho pero sensible cuando de su mujer se trataba.

- Tranquilo, además el doctor receto mucha intimidad si queríamos que el bebé venga por parto normal -besó sus labios con cariño-. Gracias.

- ¿Por qué mi amor? -inclinó la cabeza.

- Por hacerme sentir la mujer las sexy del mundo igual con esta panzota -bajó su mirada.

- Eres terriblemente hermosa y sexy para mí -la tumbó en la cama y la besó para volver a hacerle el amor.

- Te amo con toda mi alma, Gook.

(...)
Gook se encontraba mirando el horizonte, pensando en como sería su vida de padre, le preocupaba en que estado nacería su bebé, gracias a los controles semanales que ella recibía hasta ahora el doctor dijo que está todo listo para un parto normal. Miraba sus manos temblorosas por la nueva etapa que viviría al lado de Agustina, no le aterra la idea de ser padre ni mucho menos, solo quería hacer todo bien, ambos serían primerizos y eso le inquietaba bastante.

SALVAJE •••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora