47 - VIEJOS RENCORES

115 14 7
                                    

Decidimos marcharnos de la finca antes de que minidrogo se despierte. Sabemos que, si nos ve, no nos iba a dejar marchar. Mejor evitarlo.

Cuando llegamos a casa de Laura, nos encontramos con ésta y Draco en la cocina.

—¿Se puede saber dónde estabais? —nos riñe Draco preocupado —. Ya iba a salir a buscaros. Si pensabais salir, por lo menos podríais haber avisado.

Una pequeña risa se me escapa. Es muy gracioso ver a un hijo asumiendo el rol de padre. Lo normal sería al contrario.

—Venimos de la finca —le indica Drogo con tranquilidad —. Hemos estado con Camile y hemos conseguido que deje de perseguirnos.

—¿En serio?—pregunta Laura sorprendida —. ¿Y cómo lo habéis conseguido?

—A veces hay que hablar con uno mismo —contesto divertida —. Os sorprendería lo que se puede llegar a lograr.

Draco y Laura se miran asombrados mientras Drogo y yo nos reímos.

—¿Qué habéis querido decir? —pregunta Draco intrigado.

—No le des más vueltas, hijo —le indica Drogo dándole una palmada en la espalda —. Y vamos a ver a Amelia. Cuanto antes encontremos el libro, antes acabaremos con todo esto.

Draco no se queda muy conforme con la respuesta de su padre, pero no le queda otro remedio que conformarse.

—¿Queréis ver a Amelia ahora? —dice Laura —. ¿Y oor qué no esperáis un poco? Por lo menos, hasta que se haya ido Sebastián. 

Ah, claro. Se nos había olvidado ese pequeño detalle.

—Sentaos y os serviré un poco de sangre —nos indica Laura con un sonrisa —. Y para la futura mamá...

Levanta un paño que había sobre una bandeja dejándome alucinada. Está llena de patatas fritas.

—¿Pero cómo? —Ella sonríe satisfecha.

—Le he preguntado a Draco que qué era lo que más te gustaba y voila.

Me acerco a ella y le doy un abrazo emocionada. Agradezco mucho que me cuiden de esta manera.

Después de un buen desayuno, nos ponemos las capas y nos dirigimos a casa de Amelia. Cuando falta poco para llegar, me coloco detrás de Drogo y le tapo los ojos con mis manos.

—¿Se puede saber qué haces, cosita? —pregunta revolviéndose.

—Taparte los ojos —contesto firme —. En ese escaparate está mi vestido y de ninguna manera lo vas a ver.

—¿En serio? —dice sorprendido mientras Laura y Draco se mueren de risa —. ¿Y sólo por eso te vas a arriesgar a que me mate?

—No te vas a matar —respondo divertida —. Déjate llevar por mí y no seas exagerado.

—Está bien —contesta derrotado —. Lo que tú digas.

—¡Qué pena me va a dar cuando os marchéis! —comenta Laura sin poder aguantar la risa —. ¡Con lo bien que me lo estoy pasando!

—Pues lo siento mucho por ti —responde Drogo burlón —. Tendrás que buscarte otros payasos.

—Sí —contesta ella con tristeza —, pero dudo que sean la mitad de divertidos que vosotros.

—En eso tiene razón —interviene Draco —. Ojalá todo salga bien. No es que haya tenido una mala infancia, pero estoy seguro de que con mamá hubiera sido mucho más divertida.

Escuchar eso me llega al alma. Sin darme cuenta, suelto los ojos de Drogo y me voy a abrazar a mi hijo. Él me corresponde emocionado.

—¿Pero qué demonios haces, Laura? ¿Tú también?

DC IV: LA FUERZA DEL DESTINO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora