S e i s . 💞

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—¿Se puede?— pregunta la mujer desde fuera.

—Si, supongo— accede terminando de pegar los corazoncitos de fomi.

Abre finalmente la puerta, observando la dedicación que el rizado aplica en esa gran caja sobre su escritorio.

—Te está quedando preciosa— afirma leyendo las pequeñas frases de amor.

—¿De verdad? Ya no estoy seguro de querer terminarla— suspira con decepción.

—Estoy segura de que a la persona que vayas a darle este obsequio, va a fascinarle— palmea su espalda.

—¿Que la trae por acá? ¿Cómo sigue Erick?— no puede resistir a cuestionar por él.

—Hablando de él, me mandó a darle un encargo—

—¿Que?— se levanta.

—Quiere que, si le hace el favor, le lleve su ropa de los miércoles—

—¿Cuál es esa?— habla con la voz dura.

—No lo sé— se alza de hombros, y se va rumbo a la puerta.

—Gracias— le despide cordialmente.

Se rocía un poco de su loción favorita, que lo hace sentir muy confiable.

Cierra su puerta, y abre de inmediato la de él ojiverde.

Sería estúpido no saber que usa los días miércoles: un jeans entallado y una sudadera holgada. Sus tenis blancos.

Dobla todo a la perfección, mientras observa el peluche sobre su cama. Es lindo.

El también puede comprarle un peluche, así que lo hará apenas regrese.

Sale con un paso apresurado porque le urge verlo. Y más, que le dé una explicación.

Rompió su corazón, pero debe existir una razón para haberlo llamado.

Golpea con suavidad el cristal, y aquella señora que lo fue a buscar a su habitación minutos antes, le abre.

—Ya llegó— anuncia la enfermera dejándolo entrar.

—Gracias por venir, Joel— le sonríe poniendo su jugo a un lado.

—Yo tengo cosas que, hacer— anuncia dejándolos solos en la habitación.

—Dejare tu ropa por aquí— avisa colocándola en un banco cercano.

Ante el inmenso silencio en la habitación, se gira sobre sus pies con la intención de salir.

—Perdón— grita llamando su atención.

—Erick...— regresa a él.

—Nunca te he creído un imbécil, nadie lo piensa así. Tú eres la persona más inteligente de todo este lugar— suspira.

—¿Entonces porque lo dijiste?—

—Porque no quería que supieras que se tu nombre desde siempre, porque eres lindo y se me hizo inevitable averiguar cómo te llamas— agacha la mirada.

—¿Soy lindo?—

—No voy a repetirlo— muerde su labio.

—Lo tomaré como un si— sonríe satisfecho.

¡Odio San Valentín! ¡! TerminadaWhere stories live. Discover now