capitulo 1

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» 1 AÑO DESPUÉS

DAMON

El juego es tan adictivo como peligroso. El mundo es una basura, las drogas el camino fácil para ausentarme de él. Siempre las evité, pero desde que inyecté la primera dosis, aparecí en un sitio libre de culpas y presiones... Y me dejé consumir.

Todo comenzó cuando Liam me propuso formar parte del negocio de su primo. Antes de aceptarme, me pusieron a prueba. Les gustó lo que hacía y entonces, me ofrecieron trabajar para ellos. El objetivo era sencillo: colarme en fiestas de jóvenes adinerados que tiraban cualquier cantidad de billetes por drogas. Cada noche me paseaba por distintos sectores de alto nivel y volvía a casa con un montón de dinero. Por supuesto, una parte era para el jefe, otra porción para mí. A medida que atraía potenciales clientes, las ventas se incrementaban y el sueldo aumentaba. Además, tenía a favor que les caía bien. Decían que era rápido y astuto, que mi cara <<bonita>> no levantaba sospechas. Eso me ayudaba a escabullirme fácilmente en las fiestas, casi como si fuera uno más.

Los primeros meses el trabajo funcionó excelente. Vender drogas no me enorgullecía, pero al menos tenía dinero y accedía a ciertos privilegios, que no tenía siendo un simple empleado de supermercado.

Las paredes tambalearon el día que descubrí que mi padrastro me robó mercadería. De inmediato, lo increpé completamente furioso y él, con la sustancia incorporada en sus venas, también se puso como loco y me enfrentó. Soy fuerte y considero que estoy en estado, pero ese tipo es aún más fornido y se debe a su pasado impoluto de ex boxeador. No lo dudó. Me arrojó sobre una pared y apretó mi cuello con tanta ira, hasta dejarme sin aire. Incluso, al soltarme, me costó recuperar el aliento. Después de eso, me echó. <<Te mataré si vuelvo a verte por aquí>>, dijo.

Mamá no expresó nada en mi defensa. Salió de su cuarto tras escuchar los ruidos, pero solo oí de su parte un <<suéltalo>>. Luego, me colocó su mirada de reproche y se marchó a la habitación.

Tomé algunas pertenencias y nunca más regresé.

Acabé viviendo con Ethan, uno de mis compañeros de trabajo.

Resultó que Ethan estaba más en la mierda que yo. Nunca hablábamos demasiado. La única actividad que compartíamos era salir a vender y drogarnos cada noche. Un día de esos, nos avisaron que debíamos hacer una entrega en una fiesta. Ambos estábamos drogados, pero sabíamos que negarse al jefe traería consecuencias. No queríamos perder el trabajo, así que fuimos.

Obviamente, nos comportamos como imbéciles al salir así. Perdimos el sentido común. La policía nos detuvo en el transcurso e incautaron las drogas. No he vuelto a ver a Ethan desde ese día.

Llevo una semana viviendo en una asquerosa celda. Pero todo indica que la dejaré pronto, dado que horas atrás, el juez dictaminó lo que pasará conmigo: <<Libertad condicional y obligación de asistir a un centro de rehabilitación>>.

Eso significa que no puedo salir de la ciudad y que, si no asisto a ese estúpido centro, iré a la cárcel.

♡♡♡♡♡♡

Tras darme información y las indicaciones necesarias sobre el centro al que asistiré, el oficial me quita las esposas, para que pueda firmar los papeles. Seguido, entrega algunas de mis pertenencias. Un par de anteojos de sol, documentos, un reloj y el teléfono celular. Lo enciendo mientras salgo de la comisaria; no tengo destino hacia dónde dirigirme. En la pantalla veo que la señal de escasa batería, pero supongo que me alcanza para hacer algún llamado. Acudo al único familiar que tengo.

—Hola.

—Hola, mamá —murmuro al oír la voz de mi progenitora. Por alguna razón, las comisuras de mis labios se inclinan pronunciando una ligera sonrisa. Tal vez solo necesitaba oír una voz familiar.

Dulce castigo [En físico con Editorial Vanadis]Where stories live. Discover now