IV. Sangre heredera

699 65 85
                                    

Aquella sangre

Que soberanía ha de darte,

También es un arma de doble filo

Puedes usarla para gobernar

Puedes usarla para cambiar

Tú verás en qué la explotarás.


Era interesante como no había una hora exacta para la batalla. Como en cualquier momento del día podía simplemente golpearte en la cara.

Y no tenía que ser una gran pelea para saber que ocasionaría un enorme cambio. Tampoco tenía que poner en conflicto tantos integrantes.

Con dos era suficiente. Se necesitaban tan solo un par para pelear.

Matthew miraba con indiferencia la batalla que se estaba desarrollando dentro del círculo de licántropos. Creciendo en una manada de hombres lobo, los cuales eran como animales salvajes que se guiaban tan solo por sus instintos, era normal ver este tipo de cosas.

Batallas por una pareja, batallas por el poder. Matthew había visto a su padre luchar por mantenerse en la jefatura. Lo había visto rasgar carne y gargantas, manchando su hocico de sangre que saboreaba como si un vampiro fuese.

Las batallas siempre eran sangrientas y su instinto bélico, por más diferente que él fuese al resto de los lobos, le hacía vibrar mientras contemplaba la pelea.

El lobo negro se alejó, su hocico manchado de la sangre de su contrincante, sin embargo, éste también se encontraba herido. Su contrincante, un lobo color pardo, se encontraba más herido, pero aún podía mantenerse de pie.

Su especie era muy resistente.

Matthew, más que embelesarse con la sangre como lo hacían los demás, se encargaba de observar la estrategia que usaba su tío para atacar los puntos débiles de su enemigo.

Los dos lobos se veían agotados, llevaban más de una hora peleando, desde que había salido el sol.

Sin que el lobo pardo lo previera, el lobo negro se lanzó dándole una certera mordida en el hombro, cerca del cuello para dejarlo fuera de base. Luego se alejó de un salto, evitando que su víctima le lanzara un mordisco.

El lobo pardo volvió a su figura humana. El hombre, uno de los fieles de su padre, se colocó la mano en el hombro mientras observaba que el lobo negro tomaba la figura de Michael, bajando la guardia.

El alfa se pasó una mano por su cabello rubio ensuciandolo de sangre, y se arrodilló frente a su víctima.

—Te doy una oportunidad de redimirte —dijo Michael con voz fría—. Puedes dimitir de la pelea y jurar no volver a desafiarme —miró más allá del hombre herido, en donde una mujer lobo sostenía de la mano a un pequeño niño con el rostro cubierto de lágrimas—. No quieres dejar a tu familia ¿verdad? —el hombre lobo gruñó, miró tras él y cerró los ojos.

—Me rindo —dijo, a lo cual Michael sonrió.

Hizo una señal para que ayudaran al contrincante, y se fue a levantar pero no pudo. Ahí fue donde Matthew decidió entrar, se acercó y tomó al hombre del brazo para ayudarlo a levantarse.

—¿Estás bien? —le preguntó. Michael le dio una sonrisa y asintió, pero se dejó ayudar de su sobrino. Matthew lo ayudó a llevarlo a su casa para que su madre lo curara.

De reojo, vio cuando el otro lobo era atendido.

Eso era lo que le gustaba a Matthew de su tío, él no era como su padre. Michael tenía piedad, le daba la opción al retador de retirarse de la pelea, y si no, no tomaba otro camino que matarlo, como la ley lo dictaba.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Where stories live. Discover now