Epílogo: Libertad

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Allá a donde tu alma vaya, irá la mía.

Sea en la vida o en la muerte.

Te seguiré, cuando haya cumplido mi cometido aquí en la tierra...

Aun puedo escuchar tu susurro, amor mío...

Llamándome a tu lado.

Espérame que estoy cerca.


Junio 2026

La carta que Anna me había enviado jugaba en mis manos, mientras la cabeza de Opal estaba apoyada en mi hombro, su pelo ahora largo rozando su cuello y hombros. Se había quedado dormida a mitad del vuelo, Nefity en su jaula en su regazo, soltó un bufido.

Sonreí recordando cómo Opal había usado el poder de persuación que había estado perfeccionando para que le dejaran llevar a la gata en la cabina.

Quité el libro de sus manos, y lo puse en mi regazo, con cuidado de no despertarla. Tomé su mano libre y ella por mero instinto apretó la mía.

Volví sonreir, aunque por dentro aún estaba dolido de lo que había leído.

Después de la guerra, Marie Laveau le dio el permiso a Opal de irse al Cairo a estudiar en la universidad, Opal quería estar un poco más cerca de sus raíces y yo la seguí con gusto cuando ella me llamó. De hecho, una de sus nuevas leyes nos había permitido viajar por el mundo, una libertad que hace años no teníamos.

Tal vez se dio cuenta que tenía que mejorar su reinado, evitando algún levantamiento de nuestra parte.

Ya nos habíamos dado cuenta que éramos poderosos juntos, más poderosos que un puñado de hechiceros. Y aunque no tuviéramos ya ni una sola arma de fuego celestial, aún podíamos unirnos y levantarnos contra una tiranía.

Tal vez por eso la Reina nos estaba brindando derechos y tratándonos más como una especie igual que como peones.

Miré por la ventana del avión y noté el cielo que comenzaba a aclararse, y un nudo se formó en mi garganta, pues sabía que ya estábamos por llegar a Canadá, en donde ahora residía el Clan.

Era hora de dejar las libertades de un joven adulto, y comenzar las responsabilidades que me tocaban como nuevo líder del Clan...

Porque sí. Ya tendría que tomar la jefatura, luego de la dolorosa y pasional decisión que mi padre había elegido.

El letrero de colocarse los cinturones comenzó a titilar, y me di cuenta que Opal nunca se quitó el suyo. No iba a despertarla, dormida contrarrestaba los mareos que los aviones le provocaban a las sirenas.

Mientras el avión aterrizaba, seguía jugando con el sobre manchado con algunas lágrimas de sangre que Anna debió haber llorado mientras la escribía.

Anna... la que se veía más afectada por todo esto.

Apenas el avión tocó suelo, sacudí a Opal para despertarla. Ella lo hizo y me miró con ojos adormilados.

—Ya aterrizamos —Le dije. Ella asintió y se acomodó soltando un quejido.

—Maldición, mi cuello —Se quejó.

—Te va a doler mañana —Le dije, con una sonrisa burlona mientras tomaba la jaula de Nefity de su regazo. Ella se sonrojó un poco mientras se desabrochaba el cinturón.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Where stories live. Discover now