X. El curso de la guerra

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A veces, tan solo se requiere de una sola persona.

Solamente una pieza, y podríamos cambiar el curso de esta guerra.

Pasar de perdedores, a victoriosos.


La luz de la luna llena entraba por una abertura en la cueva, llenando de luz el cuerpo desnudo de Margot que yacía sobre sus vestidos y los de Duncan. A su lado, el vampiro pelirrojo le sonrió, Margot se inundó en sus hermosos ojos verdes y acarició sus hebras. Duncan acarició sus cabellos castaños.

Se contemplaban en silencio, porque las palabras no eran necesarias cuando sus ojos podían decir todo.

—¿Estás seguro que no nos hallarán en esta cueva? —preguntó Margot.

—Seguro —Le respondió Duncan acariciando suavemente su mejilla—. Esta cueva está en lo profundo de la montaña, el Clan no le gusta adentrarse mucho ya que las mejores presas están afuera. Y tu Manada menos se acercará por aquí —Margot sostuvo la mano de Duncan en su mejilla y la acarició.

—Disculpa que te traiga los problemas hasta aquí —Duncan negó con la cabeza. Acercó su rostro al de la chica y besó sus labios.

—Estamos en esto juntos. Jamás te dejaré, así me cueste la vida.

A las cuatro de la mañana supe que teníamos que separarnos

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A las cuatro de la mañana supe que teníamos que separarnos. Aprovechar que aún estaba oscuro para correr hacia la cabaña de Marie esperando que no hubieran notado mi desaparición. Escuché a Opal suspirar mientras le subía el cierre del vestido por la espalda. Acaricié su suave piel sintiendo el dolor en mi pecho ante la despedida venidera.

Antes de ir a recepción, tomé su cara entre mis manos y besé suavemente sus labios. Opal se sostuvo de mis brazos y me devolvió el beso con un suspiro.

—La otra semana —susurró aun pegada a mi boca. Asentí y volví a besarla, abrazándola tan fuerte como si no quisiera soltarla, como si quisiera que su perfume quedara impregnado en mi piel.

Cuando nos soltamos y juntamos nuestras frentes Opal soltó un sollozo. Le di un último beso antes de separarnos, si no lo hacía ahora, no iba a querer soltarla más nunca y teníamos que separarnos.

—Te amo —Le dije y Opal jadeó. Por fin había podido decírselo con ella consciente. Una sonrisa vaciló en su rostro.

—Yo igual.

Bajamos hasta recepción y nos despedimos del recepcionista que estaba casi dormido. Ya habíamos pagado la noche y nos dirigimos tranquilamente a la salida, a diferencia de la primera vez que vinimos que teníamos que ir hacia el garaje a buscar mi auto.

De la mano salimos cruzamos la puerta de la calle.

Nunca me imaginé que algo como esto pasaría, que Opal se tensionaría al ver nuestro comité de bienvenida. Que me encontraría con la mirada fría de Frank frente a nosotros. Opal jadeó cuando salió de las sombras.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Where stories live. Discover now