XXI. Cuando la guerra explota

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Mira por tus soldados como miras por un recién nacido;

así estarán dispuestos a seguirte hasta los valles más profundos;

cuida de tus soldados como cuidas de tus queridos hijos

y morirán gustosamente contigo.

-Sun Tzu «El arte de la guerra»


Matthew estaba a la espera. Su lomo estaba erizado dado que el ambiente era pesado, esperando ver a cualquier criatura para atacar o a la espera de ser atacado.

Debía mantener la orejas paradas, el olfato agudo ante los olores desconocidos del lugar.

Era una horrible espera, los portales se habían apagado a los alrededores del castillo y los hechiceros habían llegado para esperar a atacar. Aún no tenían la orden de la reina de adentrarse al castillo, tal vez porque el campo no había terminado de caer y estaban a la espera de eso.

O tal vez porque entrar directamente a la guarida de Caillic sería un suicidio.

Fue solo un zumbido, Matthew levantó su oreja y por el rabillo del ojo vio el brillo del cuchillo que iba en su dirección. Lo esquivó de un salto y soltó un aullido anunciando la presencia de las criaturas.

Matthew se agazapó, las orejas pegadas a la cabeza y mostrando los dientes buscando una apertura. La criatura alada soltó un chillido mostrándole los colmillos y luego, a su alrededor surgieron más criaturas. Matthew escuchó a su lado una expresión de sorpresa en francés, de reojo miró a Amelie que tenía uno de los cuchillos dorados que había hecho Nilton en la mano. Ésta le temblaba, pero aun así mantenía una mirada firme en su rostro.

Una de las criaturas que sobrevolaba fue a lanzarse a Matthew, pero una enredadera se envolvió en su pierna y, de un salto impulsada por sus alas, Amelie atacó. Un solo golpe con el cuchillo y la criatura quedó hecha cenizas.

El resto de criaturas chillaron y Matthew enseñó los dientes.

La guerra había comenzado.

Naomi gimió del dolor cuando intentó levantarse

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Naomi gimió del dolor cuando intentó levantarse. Los niños estaban todos en su habitación y Miriam, con una daga brillante en su mano, observaba por la ventana.

Había otra niña, de los nuevos que habían llegado, que también tenía una daga y custodiaba la puerta. Todos tenían los oídos agudizados, esperando al ataque de alguna criatura, era sorprendente lo hábiles y valientes que se habían vuelto los niños. Ninguno tenía duda, a todos les ardía fuego en su mirada.

—Nao... Nao... —La llamó Saria a su lado jalando su blusa. Su hermana pequeña estaba siendo custodiada por Naomi, siendo la más frágil de todos aquí.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Where stories live. Discover now