-Myrthe, te quiero.
Eso es lo último que oigo detrás de la puerta, después se hace el silencio, y yo sé que consecuencias trae. El corazón se me encoge de tristeza y un vacío me recorre el alma. Me recuesto en el suelo con la cabeza pegada en la pared y respiro hondo para tranquilizarme y evitar llorar.
Saco el móvil del bolsillo y marco al 112.
-Hola, servicios de emergencia. ¿En qué podemos ayudarle?
-No he llegado a tiempo, no escucho nada, no contesta- suelto un sollozo- yo...
-Tranquilícese señora, dígame que ha pasado.
-Se ha suicidado.