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Frustración. Eso es lo que siento al haber estado media hora buscando bombas de baño y no encontrarlas. Frunzo el ceño y resoplo, tendré que salir a comprar, así que me hago una pequeña lista, me preparo y salgo que mi apartamento en el centro de Utrecht hacia una pequeña tiendita que hay en la esquina de mi calle. Al entrar el olor a lavanda me inunda los pulmones, lo que me relaja, y me pongo a rebuscar entre los pasillos todo lo que necesito: bombas de baño, cuchillas, a lo mejor pongo rosas, quien sabe.
-Perdona, ¿necesitas ayuda?- Consulta una voz a mi espalda. Es la dependienta. Me giro para verla, bajita, piel café con leche, pelo rizado y oscuro y unos ojos impresionantes de color caramelo. Creo que me quedo un rato mirándola porque alza una ceja en señal de extrañeza.
-Ehh, sí. ¿Dónde están las bombas de baño y las cuchillas?- Pregunto saliendo de mi ensimismamiento.
-Las bombas están en el pasillo cuatro y las cuchillas en el uno- Me informa y al momento vuelve a sus labores en la tienda. Cojo los materiales por los que he venido, pago y salgo del establecimiento en dirección a mi apartamento.
Estoy de nuevo sentada en mi sofá cuando me doy cuenta de que no le he mirado el nombre en el pin que llevaba y tampoco se lo he preguntado. ¡Seré estúpida!
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