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Siento como los rayos del sol me acarician la cara mientras que el calor me recorre el cuerpo

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Siento como los rayos del sol me acarician la cara mientras que el calor me recorre el cuerpo. Esa sensación sumamente agradable, que se extiende por tu piel y que te impide levantarte de la cama.

El teléfono comienza a sonar y vibrar de forma escandalosa, sacándome de esa burbuja de placer mañanero, obligándome a sacar las manos de debajo del cálido edredón para contestar la estúpida llamada.

Al cogerlo siento como el frío metal me estremece la piel, y veo como en la pantalla aparece el nombre de Rezia.

Pienso en si contestarle o no, seguramente me llame para algo del trabajo y no me apetece demasiado escuchar su chillona e irritante voz a estas horas, bueno, a ninguna en realidad.

Tras meditarlo unos instantes opto por no responder y vuelvo a dejar el teléfono en la mesita para luego volver a esconderme debajo de las cálidas sábanas de mi cama. Sin embargo la suerte no está de mi lado, ya que el teléfono suena de nuevo.

-Hola Annelien, solo llamaba para decirte que si no vuelves pronto al trabajo vamos a tener que despedirte, y sería una auténtica lástima ya que eres una de las mejores empleadas...-Al ver que no respondo suspira con cansancio- mira Ann, ya sé que te cuesta y te duele, lo que te ha pasado es algo trágico, pero creo que deberías superarlo de una vez. Llevas dos meses arrastrándote por ahí y creo que deberías buscar ayu- En ese momento corto la llamada y me froto los ojos con cansancio. No tengo ganas de que me den consejos para solucionar mis problemas ¿y qué si quiero seguir lamentándome el resto de mi vida? Tengo derecho a estar triste, porque el dolor de perder a un hijo es inmenso. Es tan fuerte que la herida nunca va a llegar a cicatrizar del todo, y más si él era el único motivo para vivir que tenía. Estoy harta de que tengo que hacer o no, que tengo que superar o no. Bastantes problemas tienen ello en sus estúpidas vidas como para querer arreglar la de los demás.

Me levanto de la cama, me pongo una bata para y voy directa al mueble bar del salón para coger una botella de vodka. Me siento en el sofá y bebo a morro de la botella, siento como el líquido me calienta la garganta, pero al contrario de lo que pensaba no llena el vacío que tengo en el corazón, así que respiro hondo y las lágrimas brotan como un caudaloso río, sin embargo no alivian el dolor de mi pecho ni el sufrimiento que siento, una profunda agonía que nada es capaz de calmar.

Me levanto del sofá y me miro al espejo. Delgadez extrema, pelo despeinado, profundas ojeras bajo unos ojos que ya no emiten vida y de los que salen rastros de ríos de lágrimas. Patético.

Miro la botella con asco y le doy un gran sorbo, la dejo encima de una mesa y vuelvo a mirarme al espejo.

Tengo que acabar con esto, pero debo hacerlo de raíz.

Tengo que acabar con esto, pero debo hacerlo de raíz

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Cuando la muerte se viste de amorWhere stories live. Discover now