2

796 59 13
                                    

[En este capítulo ya aparece la pareja secundaria que mencionamos. Al final, decidí ponerles nombres cualquiera y que cada uno se los imagine a su gusto. Por si quieren chusmear, Santiago está inspirado en mi vegan ginger favorito -arroba sanmagarinos en ig, que es un actor argentino que amo- y Lucas es su novio. Anyway, esas fueron mis opciones. Cada uno imagine a estos Christoffer/Santiago y Adam/Lucas como desee. Obvié traducir varias partes de su smut que no hacían a nuestra historia. Que disfruten la lectura😏💜]

~~~


El jueves fue un día largo.

Le mandé un mensaje a Santi para avisarle que no podría ir este fin de semana porque mi jefe era un imbécil que me tenía como un esclavo.

Al menos es un imbécil que se parte, me respondió.

Agustina golpeó en mi cabina a eso de las once y media.

"¿Renato? Gabriel dice que te quiere en la sala de conferencias a la una para una reunión con la gente de Casanova."

Fruncí el ceño, mi humor empeoró al segundo. "Podría haberme mandado un mail, un mensaje o venir hasta acá para avisarme. Vos no sos su secretaria."

La chica puso los ojos en blanco. "Tranquilizate, Avenger. Me crucé con Gabriel en la cocina. Mencionó que es posible que te necesite ahí. Le dije que te lo haría saber."

Me llevó un tiempo, pero al final, tuve que admitir que no había vuelto a algo tan... normal. Maldición. Ni siquiera me daba razones válidas para odiarlo.

"Ahí estaré," murmuré, volviendo a mi pantalla.

"Es un buen pibe, Renato. No seas tan duro con él," dijo Agustina.

"¿Yo?" Me giré en mi silla para mirarla. Gabriel era el que se comportaba como un idiota. ¡Y él era el jefe! ¿Cómo se suponía que yo no iba a ser duro con él?

"Sabés a lo que me refiero," Agustina giró sobre sus pies, caminando hacia su escritorio.

"¿Qué?" Grité tras ella, pero no respondió.

Dos horas después, ya tenía el culo echado en la sala de conferencias, frente a Gabriel. Estaba mirando atentamente la pantalla de su notebook, sin darme bola. Nunca me hablaba a menos que fuera absolutamente necesario.

"Bonita corbata. Hace juego con el hielo en tu pecho," comenté.

"Estarán acá en tres minutos. Por favor, comportate," me dijo serio, aún sin levantar la mirada de la computadora.

"No te gusta cuando me porto bien," le dije, recostándome.

Sus ojos se fijaron en mí por un instante, y sus labios se torcieron. Apareció la expresión número uno: inmaculado control y rabia contenida. "Renato, ¿podés actuar como un profesional por noventa minutos?" Siseó.

Eso fue todo. ¿Cómo es que de repente no era profesional?

"¿Cómo está tu garganta hoy, Gabriel? ¿Te duele?" Pregunté en voz alta justo cuando la puerta se abrió.

Él contuvo el aliento y apretó la mandíbula. Una mancha roja se asomó por su cuello, pero se levantó con gracia y le ofreció su mano a la mujer de cuarenta y tantos que entró en la habitación. Un joven alto con un hermoso traje azul oscuro la seguía. Tenía pómulos altos y piel de porcelana, y se sonrojó ferozmente cuando me vio. Bonito. Me aseguré de sonreírle cuando nos dimos la mano. Sus párpados revolotearon. Matías, quien sostenía la puerta para la gente de Casanova, nos saludó y la cerró.

Dejate ser. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora