Capitulo 21

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Desde días antes de ir a verla yo tenía en la cabeza la imagen de Tommy y de mí delante de su puerta, haciendo acopio del ánimo suficiente para tocar el timbre, y esperando allí luego con el corazón en vilo. Pero la realidad resultó muy otra, y tuvimos la suerte de que se nos ahorrara ese tormento.

Y es que merecíamos un poco de suerte, porque el día no nos había sido en absoluto propicio hasta entonces. El coche nos había dado problemas en el viaje de ida, y llegamos una hora tarde a las pruebas de Tommy. Luego, un error en el laboratorio había hecho que Tommy tuviera que repetir tres de los análisis. Esto lo había dejado un tanto grogui, de forma que cuando, hacia el final de la tarde, salimos finalmente para Littlehampton, empezó a marearse y tuvimos que parar varias veces para que pudiera pasearse un poco hasta que se le pasara.

Por fin, justo antes de las seis, llegamos a nuestro destino. Aparcamos el coche detrás de un bingo, sacamos del maletero la bolsa de deportes con los cuadernos de Tommy, y nos dirigimos hacia el centro urbano. Había hecho buen día, y aunque las tiendas estaban cerrando seguía habiendo mucha gente a la entrada de los pubs, charlando y bebiendo. Cuanto más paseábamos mejor se sentía Tommy, hasta que se acordó de que no había comido a causa de las pruebas, y dijo que tenía que comer algo antes de enfrentarnos a la tarea que nos esperaba. Así que empezamos a buscar un sitio donde comprar un sándwich, y de pronto me agarró del brazo con tal fuerza que pensé que le estaba dando algún tipo de ataque. Pero lo que hizo fue decirme al oído en voz muy baja:

-Ahí está, Kath. Mira. Junto a la peluquería.

Y, en efecto, era ella, caminando por la otra acera, con su pulcro traje gris, idéntico a los que había llevado siempre.

Empezamos a seguir a Madame a una razonable distancia, primero por la zona peatonal y luego por High Street, ahora casi desierta. Creo que en ese momento los dos recordamos el día en que seguimos por las calles de otra ciudad a la posible de Ruth. Pero esta vez las cosas resultaron mucho más sencillas, porque Madame pronto nos condujo a la calle larga cercana al paseo marítimo.

Como la calle era completamente recta y la luz del atardecer la iluminaba hasta el fondo, vimos que podíamos seguir a Madame desde muy lejos -no necesitábamos que fuera mucho más que un punto- sin correr el menor riesgo de perderla. De hecho, en ningún momento dejamos de oír el eco de sus tacones, del que el rítmico golpear de la bolsa de Tommy contra su pierna parecía una especie de réplica.

Seguimos a Madame durante largo rato, y dejamos atrás la hilera de casas idénticas. Entonces se acabaron las casas de la acera de enfrente y aparecieron en su lugar varias zonas llanas de hierba; y, más allá de ellas, se divisaban los techos de las casetas de la playa, alineadas junto a la orilla. El agua no era visible, pero la intuías por el gran cielo abierto y el alboroto de las gaviotas.

Las casas de nuestra acera continuaban sin cambio alguno, y al cabo de un rato le dije a Tommy:

-Ya no falta mucho. ¿Ves aquel banco de allí? Es donde me senté a esperarla. La casa está un poco más allá. Hasta que dije esto, Tommy había estado bastante tranquilo. Pero de pronto pareció inquietarse y empezó a andar mucho más rápido, como si quisiera alcanzarla enseguida. Pero no había nadie entre Madame y nosotros, y a medida que Tommy iba acortando la distancia yo tenía que agarrarle del brazo para hacerle ir más despacio. Temía que en cualquier momento Madame se diera la vuelta y nos viera, pero no lo hizo, y pronto llegó a su cancela y recorrió el breve trecho que la separaba de su puerta. Se detuvo en ella y buscó las llaves en el bolso, y un instante después estábamos ante la cancela, mirándola. No se había vuelto, y se me ocurrió la idea de que había sabido todo el tiempo que la estábamos siguiendo y había hecho caso omiso de nosotros deliberadamente. Pensé también que Tommy estaba a punto de gritarle algo, y que sería precisamente algo que no debía. Por eso me adelanté, y lo hice rápidamente y sin vacilación, y desde la cancela.

Nunca me abandonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora