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ృ ꒰❝Nunca había estado con otra chica pero promete que nunca me dejarás. Creo que esto va a ir muy bien, porque eres todo para mí❞꒱ ృ
Creo que nunca he tenido una migraña tan intensa como la que ahora mismo me golpea en la cabeza.
Cada vez es más doloroso, hasta el punto de que tengo que poner la palma de la mano contra mi frente para evitar que el mundo que me rodea gire, pero no puedo hacer nada al respecto.
—Bien, ¿qué tal estas?— Ashton respira, limpiándose la cara de sudor con el trapo limpio que lleva en el cinturón.
Hay una bandeja con una docena de galletas recién horneadas en sus manos, la octava hornada que ha salido del horno en los últimos cuarenta y dos minutos.
Él coloca la comida justo enfrente de mí e inunda mis sentidos un fuerte olor a chocolate derretido y azúcar, lo que hace que me duela aún más la cabeza por el olor tan dulce y enfermizo.
—Ya he probado demasiadas, Ashton.— Lo digo sinceramente. Empujando la bandeja lejos de mí con movimientos rápidos y cortos, con cuidado de no quemarme la mano.
—Sí, pero eran galletas de prueba. Estas son las buenas.—afirma con confianza, empujándome una en la cara.
A mi lado, Calum gime. —Dijiste eso de la última tanda, amigo. Y la anterior. Y la anterior a la anterior. Y la anterior a la anterior de la anterior.
—¡He aprendido de mis errores!— se defiende, cruzando los brazos en señal de enfado. Toma la toalla y la tira por encima del hombro, agarrándola por la punta con el pulgar y el índice. —¡Pensé que ustedes dos apoyarían más el hecho de que estoy tratando de ayudar a los niños de la guardería este año, en lugar de rechazar mi horneado!
—Amigo, los niños quieren comer galletas, no "perfección al horno".— argumenta Calum, burlándose de Ashton y refiriéndose al hecho de que él tiraría una tanda de galletas sin pensarlo dos veces con tan sólo parecer que una de estas se encuentra un poco quemada.
Ashton suspira. —Lo sé, pero no puedo evitarlo. Esto tiene que ser genial.
—¿Y a qué se debe eso?
—Porque soy perfeccionista y me enojo cuando las cosas no salen como yo quiero.— nos dice, con la mirada puesta en los bordes crujientes de la sartén.
Calum y yo asentimos, pero aún así rechazamos la nueva bandeja de chispas doradas de chocolate.
—En serio, Ash. Me voy a enfermar si intentas alimentarme a la fuerza otra vez.— los escalofríos se hacen presentes en mí por las palabras de Calum.
