Capítulo 4

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Era una sensación rara ir sentada junto a Christopher en su coche, como si hubieran entrado en un bucle del tiempo, como si los últimos ocho meses no hubiesen existido. Era el mismo espacioso Range Rover, y producía el mismo efecto de dominar al resto de los coches, muy por debajo de ellos, experimentaba la misma sensación de seguridad por hallarse en manos del mismo hombre, con el que sentía restaurarse una curiosa intimidad, al estar juntos y aislados de los demás.

Para sacudirse esa sensación de unión tan misteriosa, _______ no hacía más que mirar para asegurarse de que, en efecto, no viajaban solos los dos, sino que Charlotte estaba con ellos, completamente a salvo en su cesta, muy tranquila a pesar del cambio de ambiente. La vida y el tiempo no se habían detenido, y Charlotte era la prueba viviente. Christopher se había presentado con el arnés para el moisés ya instalado en su todoterreno, sorprendiendo una vez más a _______ por su previsión. Al menos, en ese sentido práctico, sí que había aceptado a Charlotte.

-No te preocupes más, _______, que no hay razón alguna -le dijo con una sonrisa, al verla una vez más mirando al asiento de atrás-. El único sitio en el que es seguro que los bebés se duermen es un vehículo en movimiento.

-¿Y eso de dónde lo sacas?

La sonrisa de Christopher se volvió un poco irónica.

-Un conocido mío tuvo que pasarse una vez la mayor parte de la noche dando vueltas con su niño. Su mujer estaba desesperada por dormir, y la única forma de que el crío dejara de llorar era así.

-A lo mejor le pasaba algo.

-Que le dolía la tripita, nada más.

Y nada menos, se dijo _______, que se daba perfecta cuenta de hasta qué punto podía un problema banal como ese afectar a la relación entre ellos. Hasta ahora, Christopher no había visto a Charlotte más que dormida, como una muñequita, a la que bastaba con hacer un arrumaco. Por eso, debía de pensar que la situación entre ambos podía continuar casi como era antes. Hasta a ella le había dado esa sensación, al ir sentada a su lado, como antes. Como antes de Charlotte.

Pero ya no estaban saliendo, y tampoco iban a casa a hacer el amor. En ese momento, empezó a preocuparla lo que Christopher estuviera esperando que sucediera esa noche. La verdad era que no había tratado de besarla todavía. No había tenido más que gestos de cariño y apoyo para con ella.

Se quedó mirando sus manos, apoyadas en el volante. Quizá fuera por su oficio, por el tiempo y el cuidado puestos en tratar la madera, sacando a la luz toda su belleza, por lo que las manos de Christopher tenían aquella extraordinaria sensibilidad. Pero, por mucho que ________ ansiara volver a sentir la confirmación física de su amor, era demasiado pronto para pensar en reanudar su intimidad. Demasiado pronto para todos, y en todos los sentidos. Su cuerpo necesitaba tiempo para recuperarse del parto, y, aparte de eso, ella necesitaba comprobar la dedicación de Christopher a Charlotte antes de permitirse regresar a la intimidad de antes. No podía confiar en él sin más, por muy buenas que fueran las intenciones de Christopher. Ya se sabía de qué estaba empedrado el camino hacia el infierno.

Estaban ya entrando en el túnel de la bahía. Una vez emergieran del lado norte, llegarían en pocos minutos a Lane Cove, que era donde se había instalado Mariana, con el loable propósito de estar bien situada para atender a la clientela de las urbanizaciones del norte y el oeste de Sidney. _______ se estaba preguntando si no debería dejarle claro a Christopher antes de que llegasen que las cosas no estaban ni mucho menos solucionadas entre ellos dos, cuando sintió algo que chocaba contra sus tacones, al bajar el Range Rover la cuesta abajo del túnel. Se agachó para ver qué era. Una lata de comida para perros. No había vuelto a acordarse del perrazo de Christopher , pero, al comprobar que seguía teniéndolo, sintió un nuevo desaliento.

Papá por sorpresa// Christopher Vélez y TN//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora