XXVI

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Susan tenía que recoger un par de vestidos que su madre mandó a arreglar.

Sin embargo, se llevó una sorpresa al entrar a la sastrería y toparse con un familiar muchacho de cabellos rizados.

—Hola —saludó el chico sonriente—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Vengo por el pedido de María Reynolds —musitó ella cabizbaja.

Philip asintió antes de entregarle las prendas reparadas.

Susan le miraba anonadada. Era apuesto, quizás tanto como su padre. Con esas bonitas pecas y las mangas de su camisa remangadas hasta los codos, dejándole disfrutar de sus fornidos brazos.

—Es un dólar ­—contestó el muchacho sin perder la amabilidad de su voz, a pesar de saber frente a quien estaba.

La chica contó el dinero en sus manos. Rebuscaba entre las monedas y los escasos billetes, incapaz de contar la cantidad que él le dijo.

Al final, Susan le tendió veinticinco centavos, Philip los tomó curioso.

Era evidente que le alcanzaba a pagar el resto, pero solamente le había dado una cuarta parte del total.

Decidió pasar aquel detalle por alto, él pagaría el resto.

—Gracias, Susan.

La chica se encogió de hombros antes de salir.

De amor, odio y otras tragedias | PhildosiaWhere stories live. Discover now