Epílogo

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El duelo comienza en Weehawken, en Nueva Jersey. El día apenas inicia, los primeros rayos de sol del 24 de Noviembre de 1801 empiezan a surcar los cielos perezosamente, dándole un toque rojizo a las pocas nubes que desde arriba presencian el duelo.

George Eacker está frente a Philip Hamilton. Ambos empuñan su arma con coraje y valor. Su agarre es seguro. No titubean. La idea de renunciar está lejos de sus mentes, especialmente de la de Eacker.

George relame sus labios ansioso, quiere jalar el gatillo en cuanto antes. Por su parte, Philip permanece calmo, analizando a su oponente.

La suave brisa mañanera hace bailar sus chupas en el aire, helándoles hasta los huesos.

—¡Disparen! —alguien da la señal.

Dos balas vuelan.

El eco los aturde.

La bala que Eacker disparó termina rompiendo una rama, cerca de la ubicación de su oponente.

La bala que Hamilton disparó termina incrustándose en el abdomen de George, sobre su cadera derecha. Además le ha roto un par de costillas.

La mano de Eacker vuela al sitio donde se enterró la bala, hace presión en esa área. Siente la herida arder, siente su cuerpo arder. Sabe que está jodido. Sabe que esa bala marcó el final de su vida en cuanto entró. Cae de espaldas en cuestión de segundos. Tose repetidas veces para escupir la sangre que se empieza a acumular en su cavidad bucal.

El médico se precipita a la ubicación del herido. Hace un fugaz análisis y dice lo evidente:

—Morirá.

La sangre de Philip se le cae la sangre a los talones. Se siente mareado y lo único que quiere es acercarse al cuerpo de George, sin embargo se lo impiden. Lloriquea y se arrepiente de su estupidez.

Si tan solo no se hubiese cegado por su amor hacía Theodosia y Susan... Si tan solo pudiese volver el tiempo atrás y evitar esa tragedia...





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De amor, odio y otras tragedias | PhildosiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora