Henry

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Las cosas en Hilltop iban muy bien, pese a que Maggie había decidido irse con Georgie a su comunidad. Jesus hacía un buen trabajo como líder, excepto por esas escapadas que hacía para verse con Aaron, tuvo que confesarmelo una vez que lo descubrí.

Hoy también iba a juntarse con él para entrenar, que era lo que hacían, con la diferencia es que, luego de su entrenamiento, no volvería a Hilltop, debía llevarle provisiones al Reino, desgraciadamente, para ellos no era tan fácil como para nosotros.

Jesus me pidió ir con él, aunque no estaba muy segura, no quería estar presente mientras él y Aaron entrenaban (aunque estoy segura que hacen más que eso).

—¿Sabes? Henry estará en el reino.— dijo y me miró con una sonrisa pícara.

Por alguna razón, Paul insistía en que forme pareja con el "príncipe".

— Lo sé, él vive ahí.— suspiré algo cansada.

—Sólo digo...

—¡Paul Rovia, basta ya!—le reproché.

Él resto del camino fue silencioso y tranquilo, hasta que escucho un ruido y detengo mi caballo. Jesus no se detuvo.

Lo siguiente que vi es como alguien tiraba al líder de su caballo. Rápidamente bajé y tomé mi arma, dispuesta a defenderlo. Aunque al instante me relaje ya que vi quién era el que lo tiró del caballo: Aaron.

Al parecer era parte de su entrenamiento. Todo siguió igual por unos cuantos minutos, ellos peleaban y repasaban movimientos defensivos.

—Aaron, debes mejorar tu ataque, Leah pudo oirte.

—¿Lo hizo?— respondió con un poco de dificultad, ya que estaba cansado.

—Sí, lo hice. Ahora, si terminaron, tenemos que ir al Reino.

—Alguien está emocionada por ver a Henry.

—Aaron ¿tu también?

Ambos muchachos comenzaron a reír.

—Ella tiene razón, debemos irnos antes del anochecer.

Subimos a nuestros caballos y seguimos nuestro camino, Aaron se fue por el suyo.

Luego de unos minutos en silencio, decidí hablar.

—Debiste haberlo besado.

—¡Leah!—dijo con un leve rosado en sus mejillas. A él le gustaba Aaron.— Llegamos.

Rápidamente cambió de tema. Aunque era cierto, estábamos a unos metros de la entrada.

Al entrar, fuimos a descargar las cosas, no sin antes ir a ver a Carol y a Ezekiel.

—¡Oh, Leah! Me alegra verte.

—Igualmente, majestad.

—Leah, ¿Puedes ir a buscar la caja de libros que está adentro?

—Claro, Carol.

Comencé a caminar hacía el escenario, donde estaba la caja. Pero choqué con alguien.

—Leah, lo siento ¡Hola!

—Hey Henry. ¿Qué tal?—Él lucía nervioso, y no respondió a mi pregunta.—Em... ¿sabes donde el Rey dejó una caja? Contiene libros.

—Sí, está aquí. Ven.

Me llevó hacia el lugar y, para mi sorpresa, la caja era más grande de lo  que esperaba.

—Oye, Henry ¿Podrías ayudarme a llevar esto?

—Por supuesto.

Así que cargó la caja y nos fuimos.

Al caer la noche, nos reunimos a cenar. Yo decidí comer alejada del resto, no me sentía cómoda entre todos ellos, aunque los conozco hace años.

Alguien se sentó frente a mi.

—Henry, hola.—le dediqué una leve sonrisa, quizás no me vería.

—¿Cómo lo estás pasando? Es decir, ¿te diviertes?

—Sí, bueno, no hay mucho por hacer.

Estuvimos en silencio, se notaba su nerviosismo y sabía que estaba con un tono carmesí en su rostro.

—¿Quieres dar una vuelta?

—Sí, claro. Por supuesto.— agregó con un tono más relajado, al ver la emoción que había puesto en su primer respuesta.

Nos fuimos a un lugar detrás del edificio principal y nos sentamos en uno de los escalones que había. Nos dedicamos a observar las estrellas.

—¿Por cuánto tiempo se quedarán?

—¿Ya quieres que me vaya? Creí que te agradaba.

—¿Qué? No, no. No es lo que quise decir. Yo-

—Relájate, era una broma.—Lo interrumpí riendo.

—Por cierto, sí lo haces.— murmuró, me tomó un tiempo entender sus palabras.

—¿A qué te refieres?

—Sí me agradas.

—También me agradas, Hen. Somos amigos ¿no?

—Sí, amigos.— su voz se vio apagada.—Debo irme. Estoy cansado.

—¿Estás bien?

—Sí, sólo... cansado.

—Hen, dime la verdad. ¿Estás cansado físicamente?

—No, sólo cansado.

—Ven, hablemos de eso.

Él volvió y se sentó junto a mi nuevamente.

—Me gusta una chica, pero no es mutuo.  Además de que vive en otra comunidad. Todo saben de esto, menos ella.

—¿Quién es? Podría ayudarte. ¿Es Enid, verdad?

—No, no es. Es... bueno. Eres tu Leah.

—¿Yo?

Él me miró apenado y asintió con la cabeza. Yo no sabía cómo reaccionar, nunca lo había visto de esa manera.

—Henry, yo... yo no sé qué decir.

Se acercó más a mí y me abrazó.

—Te quiero, Leah.

—También te quiero, Henry.

THE WALKING DEAD || •ONE SHOTS•Where stories live. Discover now