Dicen que no se sabe lo que se tiene hasta que se lo pierde.
Es verdad, por más que me cueste admitirlo.
Falta poco para que se cumplan cinco años desde tu partida, cinco años desde que murió mi corazón.
Abuelo, abuelo, abuelo... el único de la familia con el que podía identificarme al 100%.
Te perdí esa radiante tarde de octubre, donde había una brisa cálida y primaveral, tanto así que habría pensado que era una broma, que no era posible.
Y me acordé de tus palabras de hace días atrás: "Ya no voy a llegar al próximo mundial".
Y hoy, a un año de ese "próximo mundial", puedo decir que tenías razón, por más que se me parte el corazón al acordarme y quisiera negar eso con todas mis fuerzas.
En aquel entonces yo me preguntaba: ¿Cómo seré yo en el próximo mundial? ¿Seré linda, popular, alegre? ¿Tendré muchos amigos?
Todas esas preguntas se las hacía a sí misma una niña de apenas nueve años, y si mi yo del pasado pudiera ver a quien soy ahora, probablemente se deprimiría.
Extraño esas épocas en las que nos sentábamos en la mesa celeste, esa que en aquel entonces tenía la pintura casi nueva y radiante y observaba cómo le dabas galletitas al gato y al Drupy. También cuando le tirabas la pelota al Drupy y él salía corriendo detrás de ella, al final yo debía quitársela para que se la tiraras de nuevo, pero fracasaba en el intento y terminaba en un constante forcejeo con el animal que me gruñía, negándose a devolverme la pelota, cuando podía quitársela la dejaba toda babeada y yo, llena de asco, te la entregaba de nuevo, sólo para ver cómo el perro se divertía corriendo una y otra vez para alcanzar la pelota.
También me acuerdo de cuando me trepaba al Siempre Verde junto con mi hermana (ese ligustro de ramas que tanto odiaba por lo estrecho de sus pasadizos) y te reías repitiendo que íbamos a caernos.
Tengo en lo más profundo de mi memoria esas veces que te pedía que me levantaras y me dejaras unos segundos suspendida en el aire, riendo.
Solías decir que Martín era muy inteligente con apenas dos años y medio. En eso tenías razón, ese niño es prodigio en todo su esplendor.
Me encanta recordar la última vez que te mostré mi boletín de calificaciones, estabas tan contento y lleno de vida... tanto así que pensar en tu muerte era algo muy alejado de mis expectativas.
Siempre nos dabas a la Irupé y a mí esos malditos caramelos de limón, miel y menta, jamás supe por qué estabas tan empecinado en comprarlos como si se trataran de una reliquia, y hoy después de cuatro años puedo decir que les tomé cariño a los de miel y limón, pero los de menta no, inunda mis sentidos y fosas nasales, tanto así que a veces rechazo la idea de cepillarme los dientes con pasta dental que tenga ese gusto tan fuerte.
¿Te acordás de mi último regalo? Te dibujé un moño que pegué de forma que quedara bien y bonito, sabés que nunca fui muy pasional de confeccionar ciertas cosas relacionadas a las manualidades, pero aún así hoy lo veo cada tanto dentro de tus cajones, con unas cartas que mis tías te hicieron cuando eran niñas y una serie de recuerdos. Sé que ese moño no fue la gran cosa, pero lo hice con todo el amor del mundo para vos.
Me acuerdo de esas tardes de lluvia que salías con tu impermeable amarillo, en busca de la yegua para llevarla a un lugar seguro, aún después de tantos años tu aroma sigue impregnado en la prenda.
Solía entrar a tu galpón, jamás me dijiste nada, te veía escuchando la radio, tomando mates y comiendo algo. Siempre me dijiste que disfrutabas de la soledad, de los momentos sencillos de la vida, solías desaparecer muy a menudo, siempre te dejábamos, eran tus tiempos de reflexión en los que al final volvías cantando alguna canción de Gilda o de Gardel.
Te extraño tanto, tanto lo hago y con todo el orgullo y dolor del mundo. Te extraño, extraño tus abrazos, tu risa, extraño no entenderte cuando hablas, sé que -como decimos acá en Entre Ríos- "te criaste a lo chúcaro, como esos hombres cusqueros del campo" y quizás cualquier persona fuera del país no entendería esa referencia, pero yo sí, y con eso alcanza y sobra.
Cada vez que escucho una canción de Gilda o Gardel mi corazón se rompe en mil pedazos, tanto así que rompo en llanto, duele, es un dolor que no va a pasar ni después de mil años.
Aún me acuerdo de que también me dejabas ir a tu huerta, siempre tuve privilegios, no sé por qué, quizás ambos teníamos una manera de ser y de ver el mundo desde una perspectiva similar o parecida, sospecho que mi personalidad y quizás mi condición también la heredé de vos. Eras alguien muy raro, como callado, alejado y vivías en el campo solo... Pero eras feliz a tu manera. Siempre decías que sólo querías que te dejaran vivir tranquilo.
Odio tanto sentir ese vacío de tu pérdida, la incertidumbre de pensar en el "¿qué habría pasado si...?".
Odio pensarlo, lo odio. Tu presencia me hace tanta, tanta falta.
El camino que habías dejado marcado como un surco se terminó desapareciendo, los yuyales se vinieron a tu huerta, cubriendo todo de chircas y pastizales que en tu presencia jamás se habrían asomado siquiera.
Odio tanto al tiempo, al tic-tac del reloj, es tan cruel pensar que un día estás como si nada y al otro ya no estás con vida.
Es horrible pensar, pensar y seguir pensando, es espantoso tener memoria para las cosas más trágicas y lamentables.
Te pregunté una vez por qué los humanos no podíamos volar, me dijiste que me conseguirías unas alas hermosas y me ayudarías a volar muy alto. Sonreí con toda la inocencia del mundo.
Extraño esos momentos únicos que pasábamos junto con la abuela, extraño tantas cosas, a veces voy al campo con mamá y papá, ¿sabes? Ya nada es lo mismo. La abuela tiene novio, la vemos muy poco, la tía Gisela está enojada con toda la familia hace dos años, ya casi tres, no volví a ver a Bianca -a quien solías decirle: "¿quieres un plátano?"-, la vi en fotos. Para ser mi prima es una niña hermosa.
Desde que te fuiste mi vida dio un giro tan abrupto y agonizante, que aún me cuestiono sobre los cambios obvios que habría si siguieras con vida.
De igual manera tengo en mi memoria esas noches de verano que iba a tu casa, o siquiera cuando debía quedarme por obvias razones.
Cuando grabé el video de la abuela haciendo yoga burlándome mientras ella también me seguía el juego estabas viendo fútbol en la cocina, pero tendrías que haber visto ese espectáculo, ¿sabes? ¡Qué tiempos eran esos!
Me acuerdo de que solías dejarme ver televisión, aún cuando era la única privilegiada de ver con vos "La Pantera Rosa" o siquiera una serie entretenida.
También tengo en mi mente, guardado en uno de los cajoncitos más hermosos de mis recuerdos las discusiones raras que tenías con la abuela, en las que se decían entre ustedes: "¿Eh?"
Hasta que uno de los dos terminaba riendo o se rendía.
Lo mismo cuando la abuela se quedaba fuera de la casa en verano y la apuntabas con la linterna para encandilarla y hacerla enojar.
Extraño juntar "bichos de luz" con vos y la abuela o siquiera ver a aquellos insectos con sus luces parpadeantes en la oscuridad y negrura tan admirable de las noches de verano. Extraño tus verduras, decirte lo mucho que odio el tomate (sí, me gusta un poco pero aún le tengo una especie de rencor, sólo para reírme de mi yo del pasado), extraño decirte que la cebolla es lo más asqueroso del mundo (verla aún me desespera).
Extraño la sopa de verduras que hacía la abuela, las conversaciones a la hora del almuerzo, las anécdotas sobre tu infancia y el dichoso pan casero que aún le digo a la abu lo mucho que lo extraño.
No sabes cómo anhelo regresar a aquellos tiempos, donde las noches de verano estabas en tu galpón y nos sentábamos con la abuela en la hamaca y nos quedábamos por horas hablando sobre la vida con tal de no ser cena de los mosquitos.
Por esa y muchas otras razones cuando te fuiste mi alma se desconectó de mí, se fue con vos, se fue con cada uno de los momentos a los que quiero regresar.
Si pudiera volver el tiempo atrás, si te hubiera creído que en serio no llegarías al mundial del 2018, te habría abrazado más fuerte la última vez, te habría dicho lo mucho que te quiero.
Tan frío estabas en ese ataúd, necesitaba volver a verte sonriendo, haciéndome reír o enojar con alguna estupidez, te necesito, odio esto, odio al tiempo, odio sentir este vacío en el pecho desde tu partida.
Pero sobre todas las cosas, odio no haberte cantado Marinero de Luces cuando aún estabas vivo, siempre me suplicabas que te la cantara completa, pero en aquel entonces no podía aprendérmela, y después de cuatro años, en el 2018 el día de tu cumpleaños te la canté para recordar ese 1 de octubre de 2014.
Y después de tu partida entendí el mensaje de la canción. Te la canté llorando, llorando de ira, de impotencia, de recuerdos borrosos e inconclusos que se proyectan en mi mente, torturándome.
Aún... Aún a pocos meses de que se cumplan cinco años de tu partida duele como el primer momento en que supe que falleciste.
Te prometí que seguiría cantando y cumpliría mis sueños, también sabes que ese día que moriste prometí cuidar a la abuela... Pero esa última promesa terminó rota. Perdóname por eso.
Ahora, sobre los escenarios te dedico todas mis canciones.
Te extraño y te amo para siempre, abuelo.***
N. A: gran parte de los errores (como poner "el" o "la" delante de los nombres) son completamente intencionales, sé de gramática y reglas, así que no crean que los puse porque sí.
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Diario de una chica Asperger. ©
RandomEn este diario hablaré sobre lo difícil que es ser yo, convivir día a día conmigo misma, tener que ver las mismas personas, soportar porque no tengo opción. ¿Quién dijo que ser diferente era divertido, que sentirte la oveja negra o verde de la famil...