Capítulo 5

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El día en la escuela había sido pesado para él. No podía dejar de pensar en los ojos azules de su compañera mirándolo con diversión, su perversa sonrisa y, cómo pasarlo por alto, el movimiento de su falda al caminar. Le apenaba admitir que estuvo mirándola más de lo debido y de formas poco respetuosas, pero es que era imposible.

Durante las clases intentaba mirarla de reojo, logrando ver nada más sus tonificadas piernas debajo de la mesa. En el almuerzo quizo sentarse con ella, pero el hermano de Juleka le ganó de mano y ocupó su puesto, espantando a todos los otros chicos.

Era sorprendente el cambio que había tenido. La noche anterior estaba ojerosa, pálida, destrozada y se notaba de lejos que no saldría fácilmente de eso, incluso a mitad de camino decidió esperar un rato cerca a la casa de Marinette para evitar que fuera akumatizada, pero en vista de que no pasó nada, finalmente regresó a su habitación a descansar.

- Adrien por favor ya para, ¡si sigues caminando de esa forma vas a terminar mareándome!

- Es que no lo entiendo Plagg, algo tuvo que pasar ayer para que estuviera tan mal y de la nada esté tan...

- ¿Hermosa? ¿Provocativa?

- Cambiada

El adolescente miró mal a su kwami por haber elegido esas palabras tan acertadas pero al mismo tiempo inoportunas. No quería seguir pensando en lo bien que se veía.

- Y ¿si el pitufo músico fue a visitarla anoche?

- No, imposible, estuve vigilando por bastante tiempo y no entró nadie a esa casa

- Tal vez encontró consejos en alguna revista adolescente sobre cerrar ciclos y eso, ¿de casualidad no se cortó el cabello?

- No, sólo se lo soltó, ¿a qué viene eso?

- Soltárselo, cortárselo, es lo mismo, muchacho a tu amiga debió pasarle algo que quiere olvidar y dejar atrás, todas las jovencitas se hacen un cambio drástico de look cuando quieren superar algo o... a alguien

- ¿A qué te refieres?

- Digo, que si te gana la viejota chismosa que llevas dentro y quieres averiguar por qué el cambio, debes hablar con ella Romeo.

Con esa idea en mente, salió saltando por su ventana rogándole a la vida que estuviera de mejor humor que el día anterior.

Cuando llegó a su balcón, abrió la trampilla y casi se cae de la sorpresa al ver a Marinette rasgando los diseños de su libreta mientras una sonrisa malvada adornaba su rostro.

Entró inmediatamente a la habitación para quitarle el cuaderno y las hojas arrancadas.

- ¿Qué crees que estás haciendo?

Estaba aterrado al ver el talento de su amiga maltratado por las manos de su creadora.

- ¿Es que ahora debo pedirte permiso para hacer las cosas? Olvídate de eso

- ¿Cómo puedes dañar tu trabajo de esa forma tan insensible?

- Puedo hacer con mis cosas lo que quiera, no te metas

- Me meto en esto Marinette porque sé el esfuerzo que has hecho para diseñar esto, no permitiré que en un arranque de ira los dañes porque sí

- ¿Crees que lo estoy haciendo como una simple pataleta?

Chat Noir se quedó quieto esperando a que continuara, esperando una explicación de su comportamiento tan poco habitual.

- No quiero seguir con esto, es todo. Ya no me llena, no me siento bien dibujando simple ropa. ¿Feliz? Porque no te voy a decir más.

Bueno, no era lo que quería escuchar pero sintió una ráfaga de tranquilidad que le llenó el pecho, mas no lograba quitarse de encima la sensación de inseguridad y estado de alerta. No se sentía del todo tranquilo en presencia de Marinette. De esa Marinette.

Su primera amiga lo llenaba de felicidad y calma con solo mirarla, pero con la chica que tenía al frente se sentía desconfiado. No había algo bien.

Una pasión no se muere de forma tan repentina, algo debía estar pasando por su vida y por su mente para que estuviera actuando de esa manera.

Y mientras Adrien se hacía locas ideas en la cabeza, Plagg se preocupaba por el bienestar de Ladybug, pues sentía a través de su portador un leve poder oscuro en algún lugar de esa habitación.

Secretos mortalesWhere stories live. Discover now