CAPITULO V "LA CIENCIA DEL AMOR"

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Había perdido noción total de los días, eran sumamente pesados, como nadar desde el fondo del mar hasta la superficie solo para respirar, me quité la camisa, me miré en el espejo el enorme moretón que tengo en las costillas, no es momento de llora...

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Había perdido noción total de los días, eran sumamente pesados, como nadar desde el fondo del mar hasta la superficie solo para respirar, me quité la camisa, me miré en el espejo el enorme moretón que tengo en las costillas, no es momento de llorar por pequeñeces. Me senté en la cama, no me sentía en paz, no me sentía bien y tampoco quería aceptar la razón, no es fácil, nunca es fácil lo que no se entiende, si tan solo fuera una simple ecuación, mi vida no sería tan complicada, entré a la ducha, al salir me vestí con un pants cómodo y busqué un trago, me senté en el suelo ¿Por qué no puedo simplemente dejarlo pasar? Soy Eiden Isaac Palacios, tengo múltiples licenciaturas, maestrías y doctorados (uno que tengo estancado, por cierto), manejo una multinacional importantísima para la economía mundial, comando el legado de mi abuelo, tengo más talentos de los que puedo nombrar ahorita, tengo memoria fotográfica, tengo libros grabados en mi mente de manera precisa, pero estoy aquí, en Hong Kong, bebiendo tequila, sin poder entender la ciencia del amor.

En ese momento comencé a recordar su sonrisa, la manera en la que apreciaba el amanecer en su mirada, sus abrazos capaces de rebobinarme un día de mierda por uno en dónde estuve veinticuatro horas así, su corazón latiendo tan cerca del mío, recordé ese día del incendio, la cosecha de las uvas, su profesionalismo, su felicidad en el planetario ¿Eiden qué fue lo que hiciste? Me froté el rostro.

— No podías decirle la verdad, Eiden, deja de atormentarte con eso. – Mauro se sentó a un lado de mí. – Eso no se ve bien. – me dijo señalando mi costado, hice una mueca de despreocupación y bebí un trago más.

— No puedo lidiar con esto.

— No tienes opción, colega.

— A ratos siento que alguien me arranca el alma, no puedo dejarlo pasar, no tengo esa capacidad, me convertí en algo que no puedo dejar de ser.

— Tener sentimientos no es malo, colega, es bueno, piensas mejor las cosas, verás que todo mejorará.

— ¿Ella me va a perdonar? Porque si no pasa eso, no veo el modo.

— Estás herido, mi hermano, no ves las cosas con claridad, solo recuerda la historia de tus abuelos, de tus padres, va a terminar amando esa parte perversa tuya y no sabrá porque, si es que es la indicada para ti, claro está.

— Debería haber un método para el amor, es tan difícil para mí.

— No sería apasionante si tuviera un procedimiento, no hay instructivo para esto y es lo que lo hace bueno, colega, tómalo con calmita.

— La única forma de que Roma pudiera considerar perdonarme es porque sabe que Eduardo quiso matarme, y para saber eso, tendría que saber la razón por la cual Eduardo quiso hacer semejante pendejada y eso sería peor, sabría que no solo soy un homicida, que soy mucho más que eso y que obviamente no era la maldita primera vez que lo hacía.

— ¿Qué haremos?

— Mantenernos con vida, habla con Antonio, que se haga cargo de los italianos y de los franceses, Remington ahorita está fuera de servicio, todo apunta a que los gemelos serán resguardados por mi tío Jack, volveremos a México, llevaremos a Remington a Tequila, estará más seguro ahí, mientras nosotros nos encargamos de quien crea que se esté pasando de listo en la capital.

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