19. Volker

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Parpadeé cansada, sintiendo mis parpados completamente pesados. Mi respiración estaba entrecortada y todo mi cuerpo parecía una roca.

¿Dónde estaba?

Mis ojos, algo desenfocados, voltearon hacia el rojo vino de las paredes. Mi mente trabajo con rapidez y mi mueca termino por acertar la hipótesis que me planteaba. Liam me había vuelto a amarrar a esa cama y como podían apreciar mis muñecas, el peso de las cadenas estaba intentando volver a lastimarme.

¿Pero qué había pasado? ¿Me había comportado mal acaso?

Un fuerte dolor en mi cabeza comenzó a presentarse justo cuando intentaba recordar los hechos. No sabía muy bien por qué, pero presentía que algo había pasado recién me había bajado de la limosina.

¿Qué había sucedido?

Respiré profundamente después de varios minutos, dándome por vencida ante mis interrogaciones. Si algo realmente había pasado, entonces quedaría en el olvido, seguramente. Así que, sin darle más rodeos al tiempo, intente moverme.

Solo hasta que un fino, agudo y realmente doloroso suplicio hiciera que ahogara un grito en silencio.

¿Qué era ese dolor? ¿Mi pie estaba destrozado?

Ante la interrogante que me había propuesto entre mente, no pude evitar mirar, por la cuenca de los ojos, como mis pies, entre pálidos y esqueléticos, yacían con manchas de mi propia sangre como adorno.

Aquella imagen dio click a la mención del evento de la noche pasada. Recién recapitalizaba que quien se había buscado el castigo, había sido nada más y nada menos que yo misma. Yo había sido la que se había ganado la tortura que ahora me martirizaba, pues Liam realmente me había hecho pasear por todo su castillo por al menos cuatro o cinco horas seguidas a dependencia de la soga de paja, que por tanta ira, me había dejado a piel viva el cuello.

Sabía que había estado mal de mi parte que le buscara pelea con un orgullo roto, pero tanto odio me había lanzado a provocarlo. Me le había enfrentado al ignorarle con la mirada fija hacia adelante cada que intentaba humillarme con sus preguntas llenas de sarcasmo. Es decir, cada que me jalaba yo estaba a punto del quiebre... pues sentía el frio de la sangre sobre mis extremidades y estar en cualquier punto de desplomarme sobre el suelo. ¿Se habría molesto por aquello? ¿Qué no mostrará aquel dolor en mi rostro y sonriera levemente, como si tuviera aun fuerza y fortaleza dentro de mi cuerpo?

Seguramente había sido eso, porque no descansó hasta que entendí, de mala gana, que él deseaba únicamente castigar mi desobediencia y mi actitud pertinente. Pues al lapso de los últimos minutos ya ni me quejaba y tan solo aguantaba con una mueca en mi rostro, el dolor que se estaba desplazando hacia la superficie.

Eso creo que fue lo último que recuerdo, no sé si me desmaye realmente o me deje encadenar a la cama, pero como fuera que sea, yo ya estaba de nuevo ahí, doblegada y sumisa sobre el mueble en donde él nunca dormía. Con un dolor increíble en todo mi cuerpo, con sed y hambre... anestesiada de tanto sufrimiento.

Así que no dude en dejar caer mi cabeza en la almohada de seda. Si él estaba esperando a que llorara, peleara, me moviera o gritara, estaba muy pero muy equivocado. Tenía principios y mi odio estaba creciendo demasiado. No le daría la satisfacción de oírme quejarme de nuevo. Le voltearía su juego y realmente me convertiría en un objeto que le haría la ley del hielo a las 24 horas del día.

Sonreí levemente ante mi maquiavélico plan. No estaba segura de lo que pasaría en mi futuro en sí pero yacía convencida de mi presente. El se las estaba viendo muy negras conmigo.

Era vampiricaWhere stories live. Discover now