Parte sin título 19

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Capítulo 19

Niña, primero que nada, piensa bien. ¿Por qué la Gran Estrella nos envió aquí? Para que no se repitan los errores del otro mundo paralelo. ¡Somos instrumentos divinos! Realeza estelar. En nuestro lado, los diones, allá llamados dioses, perdieron mucho poder. El pueblo lo pidió. Libre albedrio. Tú sabes, historias, leyendas de manzanas prohibidas y otras cosas. La Gran Estrella, como castigo, les concedió el deseo. Cuando los dioses eran poderosos, florecieron las grandes civilizaciones, como en Egipto y Babilonia por ejemplo. Obtuvieron la independencia del Cielo. ¿Y qué han hecho? Han destruido el planeta y han promovido el desorden y sumergido en el caos. Allá el Amazonas, que aquí llamamos el gran bosque de Pulsia, está siendo destruida por el hombre. Aquí está en estado casi virginal. Controlo la población para que no devoren, como plaga, los recursos naturales.

—Mentira —gritó el maestro Figoren—. Controlas la población al igual que hicieron otros diones malévolos del pasado porque así se te hace más fácil dominarnos. Limitas el acceso a los recursos naturales, no porque te preocupe el medio ambiente, más bien porque, por ejemplo, con combustibles fósiles y otros materiales, creamos artefactos aéreos, terrestres y armamentos que nos podrían ayudar a derrocarte.

Cornelius lo interrumpió:

— ¿Quién rayos eres tú?

—Maestro Luster Figoren, líder espiritual de nuestra creencias, que tu manipulas a tu favor. Me revelo ante usted para demostrarle a ella, que no se te debe temer.

—Vaya, vaya, vaya. Es mi día de suerte. Había escuchado que los religios tenían un representante co-líder de la subversión. Ni idea teníamos quien era. Te acabas de lanzar al ruedo, definitivamente, será el comienzo de tu final. Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja.

El gran dion se tronó sus dedos, acto seguido y ante el silencio e inmovilismo de todos los allí presentes, empezó hacer movimientos de calistenia a la vez que silbaba. Gotas de sudor de la frente del maestro brotaban como también lo hacían lágrimas del rostro de Lois, anticipando lo que inevitablemente ocurriría.

Dejó la calistenia, mas no así el silbar. Su larga uña anaranjada se convirtió en un filoso puñal. Con gran seguridad empezó a caminar en dirección al líder espiritual. Se detuvo a pocas pulgadas de él. Le preguntó en voz baja:

— ¿Tus últimas palabras? —Que la Gran Estrella se apiade de tu alma corrupta —le contestó en voz alta.

Se preparó para apuñalarle el pecho, cuando de súbito, fue derribado por Lois. Este último cerró sus ojos sin poner más resistencia y esperando la embestida del dion, quien fue puesto de pies por sus hombres.

— Insolente, nadie toca al dion sin autorización y sobrevive. Ahora sentirás lo mismo que tus padres.

Asestó el puñal, mas ese golpe fue al vacío. En fracciones de segundos Yamirelis se transformó en un felino, más bien una enorme tigresa. Se había lanzado sobre Lois y con los colmillos lo sostuvo de la camisa y lo alejo varios metros.

—Niña que has hecho —gritó enojado el dion.

Siendo ella, le contestó algo asustada pero enojada al mismo tiempo:

—Mi respuesta es no .Obvio, no.

—Entonces también morirás.

Acto seguido una guerrera que estaba apostada en una azotea de un edificio lanzó un pote. El dion alcanzó a ver solo los pelos de punta de muchos colores de la atrevida, cuando mucho humo blanco empezó a salir de ese pote y de otros más lanzados por otros, y que comenzó a impregnar el ambiente. En pocos segundos ya casi nada ni nadie se veían. Solo se escuchaban disparos, gritos y sonidos metálicos...

Yamirelis: en el otro lado del mismo mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora