Parte sin título 28

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Capítulo 28

Temprano en la mañana, en el otro lado del mundo, no eran ni las siete de la mañana cuando el timbre sonó en la casa del señor Juan Carlos Bolé. Este último al rato, todavía medio dormido, bajó del segundo nivel de la residencia donde estaban los dormitorios y abrió la puerta al cerciorarse mediante reconocimiento de voz que era el doctor Cancel, neurólogo de la joven. Él estaba acompañado de otro hombre, que se identificó como neurólogo del Trinity Medical Center, en el estado de Georgia, Estados Unidos.

— ¿Por qué tan temprano?

—Disculpa señor Bolé, pero traje al distinguido médico experto en casos como el de Yamirelis Bolé. Las referencias son muchas y constantes; todas positivas —dijo el doctor Cancel hasta que fue interrumpido:

—Doctor Julian Vortex, para servirle.

—Está bien, pasen, tomen asiento. Les prepararé café.

Al rato de volver con un plato y tres tazas de café empezaron a conversar. El doctor Vortex le explicaba sobre por qué viajó a la isla de Puerto Rico. Decía estar deseoso de ayudar a su hija.

—Tuve un caso parecido hace años, un hombre de más de cincuenta años. Al cabo de más de un año, despertó. Todas sus funciones cerebrales estaban intactas, claro, teníamos el equipo adecuado y el personal entrenado y experimentado.

— ¿Pudiera ver a ese hombre con mis propios ojos? ¿O ver su historial médico?

—Debido a las leyes de privacidad eso no sería posible sin su consentimiento, además el paciente, una vez dado de alta, jamás volvió ni hemos sabido de él. Pero, créame, estaba muy bien, completamente lúcido. Con las terapias físicas ya no tenía sus músculos atrofiados. ¡Está delicioso el café!

—Café local. Entonces, usted pernoctará en San Juan por un tiempo.

—Eh, ese es el detalle o dilema. Verás, manejamos esos casos en nuestras instalaciones. Es la única manera de manejarlos adecuadamente, por eso le propongo que dejes a la niña a nuestro cuidado, hasta que logre restablecerse; sí, yo le aseguro que con nosotros ella se restaurará.

— ¿Cómo? Yo trabajo aquí. No tengo licencia para ejercer de abogado en Georgia. Tardaría mucho con esos trámites, o tratar de pasar la reválida federal al menos. Si no hago dinero, sabes, la salud cuesta.

—En cuanto al dinero, todo estará cubierto. Brindamos ese servicio de manera filantrópica para pacientes con condiciones neurológicas poco comunes.

—Sería lo mejor para su hija señor Bolé —interrumpió el señor Cancel.

—No lo sé.

En ese instante el doctor Vortex se enrolló un poco la manga izquierda de su camisa para sacudirse un poco de azúcar que se le vertió. Al instante el señor Bolé clavó su mirada sobre el pequeño dibujo de una estrella de diez lados y una espada en medio, tatuado en la piel del galeno. Este último notó lo sucedido...

¡—Oh! Espero que no le moleste el tatuaje, no se cuan conservador sea usted.

—Algo. Pero eso no incidirá en mi decisión al respecto.

—Soy un profesional al igual que usted.

—No lo dudo.

El señor Bolé se levantó del sofá, caminó varios pies hasta quedar justo al frente de un retrato (10x13) fijado en un marco en la pared; en el que su hija y él sostenían juntos una bola de boliche. Se volteó hacia los galenos y les dijo con firmeza.

—Con todo el respeto, quiero que se vayan de mi casa. Ahora.

Yamirelis: en el otro lado del mismo mundoWhere stories live. Discover now