Parte sin título 62

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Capítulo 62

A punto de colisionar, él se hubo manifestado, de repente, en un caballo con caballero con armadura y lanza. Antes de que la lanza pudiera tocarle, a tiempo ella saltó; giró hacia el frente gracias a sus piernas manifestadas en resortes. Justo en el aire ella manifestó su mano derecha en un martillo y le golpeó la cabeza. Fue un golpe tan contundente que hizo romper el casco. Desmayado quedó el dion, dejando de estar transformado. Ella tuvo una caída perfecta y amortiguada, tras lo cual sus piernas volvieron a ser. Vítores se escuchaban de los enemigos del dion. A gritos le pedían:

—Acábalo, acábalo.

Ella se le acercó con lentitud pero segura de sí misma. Puso un pie sobre su cuello. Le dijo a él en voz baja:

—Estás acabado. Derrotado. No te remataré. No creo en la pena de muerte, aunque en defensa propia sí. Si te levantas y me atacas morirás. Así que lárgate, tan lejos, donde no haya humanos dispersos. Si decides volver a combatir, volveré a patearte el trasero.

El dion estaba aturdido, pero ya no desmayado, por lo que tuvo que escuchar el ultimátum que le dio la diona. Poco rato después alguien se le acercaba sigilosamente a la diona con un puñal en mano: Tobías...

A punto de asestarle el golpe, y sin que ella entendiera entre tantos gritos los avisos que le daban, de repente, Piersolain, quien corriendo se acercó también entre el tumulto y habiendo notado que su Thompson se quedó sin balas, se interpuso entre la espalda de ella y el puñal de Tobías. Recibió la puñalada en su estómago. Yamirelis reaccionó y derribó a Tobías con su puño manifestado de nuevo en martillo, dejándolo aturdido en el suelo.

En el otro lado del mundo, Lois soltó el cuchillo. Con su mano temblorosa más bien lo había dejado caer. Con voz entrecortada dijo:

— ¿Ahora qué?

Intervino Scisolbon diciendo:

—Un dios necesita la ayuda de otro dios.

Acto seguido fue a la mesita que había en esa habitación. Agarró una jeringa, le quitó la tapa y se la ofreció al dios adolescente, a la vez que le dijo:

—Además de retirarle los barbitúricos vía vena, que es lo que estoy haciendo en este instante, tienes que inyectarte naloxona directo en la yugular. Despertará o morirá. Si es lo último. ¿No es eso lo que querías? Y si despierta, que es lo más probable, lo echaré de aquí. No creo que alguien lo ayude así no más. No tiene dinero. Tampoco creo que encuentre algún otro dios al que le tenga su familia secuestrada en el otro lado de mi mismo mundo. Es como encontrar una aguja en un pajar. A mí me encontró porque me vio mientras veía un juego de béisbol, en un televisor de un refugio para vagabundos. Me reconoció, me había visto durmiendo en nuestro lado. Y ya sabes el trato que hicimos. El resto es historia. En fin. Hazlo.

Lois agarró la jeringa. El licenciado Bolé asintió con la cabeza...

Yamirelis: en el otro lado del mismo mundoWhere stories live. Discover now