*Prólogo*

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Fue como hundirse en una vieja pesadilla, por un instante estuve otra vez arrodillada junto al cuerpo de Dumbledore al pie de la torre más alta de Hogwarts, pero en realidad estaba mirando a un pequeño cuerpo acurrucado sobre la hierba, perforado por el cuchillo plateado de Bellatrix.

Después de un minuto o algo así me di cuenta de que, después de todo, habíamos llegado al lugar correcto, allí estaban Bill y Fleur, Dean y Luna, reuniéndose alrededor de Harry y de mí mientras se arrodillaban sobre el elfo.

-Hermione, ¿dónde está?- pregunté de pronto.

-Ron la ha llevado adentro, se pondrá bien.- dijo Bill.

Harry extendió una mano y tiró de la afilada hoja arrancándola del cuerpo del elfo, luego tomó su propia chaqueta y cubrió a Dobby con ella como si fuera una manta.

El mar se precipitaba sobre las rocas en algún lugar cercano, lo escuchaba mientras los demás hablaban, discutiendo temas en los que no podía interesarme, tomando decisiones.

Dean llevó al herido Griphook dentro de la casa, Fleur se precipitó tras ellos.

-¿Diddy? ¡Diddy!- Mi cuerpo se retorció violentamente y un grito de dolor escapó de mi boca.

Sentía el dolor de la maldición torturadora, de la maldición Crucio, aunque nadie me estaba lanzando ninguna maldición a mí.

*Están torturando a Draco... Dios, como duele, es como aguantar dos crucios a la vez.*

Mis ojos se volvieron de nuevo blancos y mi mente fue llevada hasta la Mansión Malfoy, dónde Voldemort estaba torturando a los que habían quedado atrás en la Mansión Malfoy.

Draco se retorcía violentamente, serrando los dientes para no gritar, su mirada estaba fija en un punto en concreto, como si viera que lo estaba observando.

Y entonces, la maldición dejó el cuerpo de Draco, dejando también mi cuerpo, que se estabilizó y dejó de temblar.

Mi vista volvía a estar enfocada en la playa en la que estaba junto al cadáver de Dobby, mi respiración era un compás agitado.

-Quiero hacerlo como es debido. No con magia. ¿Tenéis una pala?- preguntó Harry a mi lado, con tono destruido.

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Poco después me había puesto a trabajar, junto a Harry, excavando la tierra en el lugar que Bill nos había mostrado al final del jardín, entre los arbustos.

Ninguno de los dos habló y ambos lo agradecimos, cada uno enfrascado en sus propios temores e inseguridades.

Cavé con cierta furia, disfrutando por primera vez el trabajo manual, cada gota de mi sudor la sentía como un regalo para el elfo que había salvado nuestras vidas.

Cavaba, cada vez mas profundamente en la dura y fría tierra ahogando mi desconsuelo en la tierra que tenía delante de mí, como si fuera mi única enemiga.

En ella veía el rostro de Voldemort, el rostro de Bellatrix Lestrange, el rostro de Agatha Morris, mi pala iba cavando cada vez más, arañando y destruyendo aquellos rostros irreales que surgían de mi perturbada mente.

En la oscuridad, con nada más que el sonido de nuestras propias respiraciones y el agitado mar por compañía, las cosas que habían pasado en la casa de los Malfoy volvían a mí, las cosas que había escuchado volvían a mí, y la comprensión floreció en la oscuridad.

El constante ritmo de mis brazos batía al ritmo de mis pensamientos.

Reliquias... Horrocruxes... Reliquias... Horrocruxes... pero ya no ardía con ese extraño y obsesivo anhelo.

La Hermana de Ron Weasley (Draco Malfoy y tú) //8//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora