*La Cabaña Protectora*

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La casa de campo de Bill y Fleur se asentaba sola en una roca dando al mar, sus paredes incrustadas con conchas y cal.

Era un solitario y hermoso lugar.

En cualquier sitio al que fuera dentro de la pequeña casa o de su jardín, podía oír el constante ir y venir del mar, como la respiración de alguna gran criatura dormida.

Pasé gran parte de los siguientes días buscando excusas para escapar de la concurrida casa, un deseo incontrolable de disfrutar la vista desde arriba de las rocas, del cielo abierto y ancho, el mar vacío, y la sensación del viento frío y salado en mi rostro, y un deseo aún mayor por poder hablar con Draco, que contemplara aquel hermoso paisaje del cual podía disfrutar en mi soledad.

La enormidad de nuestra decisión, no competir con Voldemort por la varita todavía me asustaba.

No podía recordar que nunca antes hubiera escogido no actuar.

-¿Y si Dumbledore quería que trabajáramos en el símbolo en vez de conseguir la varita? ¿Y si trabajando en lo que el símbolo significaba te revelaba la importancia de conseguir las reliquias? Si esa es realmente la varita de sauco, ¿cómo demonios se supone que debemos terminar con Tú-Sabes-Quien?- preguntó Ron, no ayudándome nada con mi nerviosismo.

Y lo peor era que no tenía una respuesta para Ron.

Hubo momentos en los que me pregunté si había sido una completa locura no tratar de impedir que Voldemort abriera la tumba de Dumbledore.

No podía siquiera explicar satisfactoriamente por qué había decidido no hacerlo, cada vez que intentaba reconstruir los argumentos internos que me habían llevado a mi decisión, sonaban más débiles.

*¿Qué debo decir? ¿Que solo seguí a mi instinto?*

Lo extraño es que el apoyo de Hermione me hizo sentir tan confundido como las dudas de Ron.

Ahora forzada a aceptar que la varita de sauco era real, ella sostenía que era un objeto diabólico, y que la forma en que Voldemort había tomado posesión de ella era repelente, sin ninguna consideración.

-Tú nunca podrías haber hecho eso. No podrías haber roto la tumba de Dumbledore.- decía ella una y otra vez.

Pero la idea del cuerpo de Dumbledore me asustaba mucho menos que la posibilidad de que podría haber malinterpretado las intenciones de Dumbledore mientras estaba vivo.

Sentí que todavía andaba a tientas en la oscuridad, había escogido mi camino, pero seguía mirando hacia atrás, preguntándome si había leído mal los signos, si no debería haber tomado otro camino.

De tiempo en tiempo, la cólera contra Dumbledore se desataba en mi otra vez, poderosa como las olas que se cierran de golpe contra la roca bajo la casita de campo, cólera por que Dumbledore no me hubiera explicado todo antes de morirse.

-Pero, ¿Está muerto?- preguntó Ron, tres días después de que hubiéramos llegado a la casa de campo.

Estaba mirando fijamente hacia fuera, sobre la pared que separaba el jardín de la casa de campo de la roca cuando Harry, Ron y Hermione me hallaron.

Lamentaba que lo hubiesen hecho, no tenía ningún deseo de participar en su discusión.

-Sí, lo esta. Ron, por favor, ¡no empieces otra vez!- decía Hermione.

-Mira los hechos, Hermione. El ciervo plateado. La espada. El ojo que Harry y Deidre vieron en el espejo...- dijo Ron.

-¡Ellos admiten que podrían haber imaginado el ojo! ¿No?- preguntó Hermione.

La Hermana de Ron Weasley (Draco Malfoy y tú) //8//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora