Sobre una colección de cartas y fragmentos encontrados en un bazar

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Hace un año, en una de esas tantas ocasiones discurriendo por las zonas cercanas al mercado de mi colonia, encontré una pila de viejos papeles amarillos arrugados amontonados en un rincón de un bazar. Diría que se hallaban casi escondidos entre los demás montones de revistas antiguas y desconocidas, manchadas por el paso de los años. Sin embargo, me llamó la atención el que fueran el único montón de hojas "naturales", y el que nadie más les hubiera puesto atención en quien sabe cuánto tiempo.

Discretamente y como tratando de apartar el tesoro que acababa de encontrar para que nadie más lo descubriera, tomé aquel cúmulo de papeles acartonados y leí las primeras líneas de lo que aparentaba ser una carta. Lo supe porque al inicio de la hoja se encontraba la fecha de 1992, y también en todas las demás. A continuación, estaba el cuerpo de la carta. Algunas manchas y comisuras no me dejaban leer con claridad, pero advertí que estarían escritas con algún tipo de tinta corriente de color negro, muchas de ellas con numerosas correcciones y versos agregados indicando también correcciones. Entonces, supe que se trataba de manuscritos auténticos, y de más de hace viente años.

Esto logró sorprenderme todavía mucho más, y, cubierto de un sudor frío, nervioso y tomando una actitud sospechosa, decidí comprar aquel amasijo de hojas. Todas estaban apiladas en orden, de modo que ninguna de ellas se me escapó. Procuré luego que las personas del negocio comercial no se me quedaran viendo de forma extraña, y de pagar por aquel conjunto de hojas lo más rápido posible.

La vendedora no me dijo nada ni lanzó alguna mirada extraña a mí o a aquel montón que acababa de tomar; en su lugar, pagué una cantidad ridícula por la colección, y entonces me dí cuenta de que estaban allí como basura y que mientras más rápido alguien se deshiciera de ellos, mejor.

Regresé a casa con los papeles, bastante ávido y nervioso de saber lo que había ellos. No quise leerlos en el camino. Sólo sabía que serían cartas.

Debo admitir que la apariencia, algo amarillenta y pringada de las hojas, no me atrajeron nada en principio, pero después su contenido me atrapó y me causó una intriga y curiosidad sorprendentes. En efecto, se trataba de una serie de viejas cartas, de una colección de hojas demasiado derruidas por el paso de los años, pero todavía entendibles.

Lo que hice luego de haberlas leído todas, fue transcribirlas, tal y como estaban, en el orden en el que las encontré. No estaban ordenadas cronológicamente, pero todas pertenecían al año de 1992. Es por eso que, a continuación, se encontrarán todas transcritas tal y como aparecieron ese día en el bazar. ¿Por qué? Porque no quiero alterar nada de lo que encontré. Si tú quieres ordenarlas cronológicamente más tarde, o en el orden que desees, eres libre de hacerlo.

De mas está decir que, dada mi curiosidad innata, regresé algunos días después al mismo bazar, rebuscando, con la esperanza de hallar más pistas. Pero, como era de esperar, porque desde el principio yo estaba muy seguro, eso era lo único que había. No hallé nada más.

No conozco absolutamente nada acerca de la persona que las escribió, obviamente, ni el contexto de la historia en el que están escritas las cartas. Todo lo que sé es que fueron escritas a lo largo del año 1992, y que todas, están firmadas hacia el final de la hoja por un tal Robert K.W.

No sé ni siquiera si considerarlas como epístolas, porque no lo son en sí. No encajan en ninguno de los diferentes estilos de cartas, pero, finalmente, todas dan un mensaje. Si se me permite especular, podría decir que se trata de intentos fallidos de misivas, con versos en cada una de las hojas, casi intentos de canciones. Tal vez incluso lo fueran, y en realidad, se trata de letras de canciones, de un chico enamorado enviadas a su amada... o un intento de envío. Lo digo porque los manuscritos poseen esa estética, de estrofas sin rima y demasiado románticas. No lo sé. Robert era su nombre, y Maggie el de su chica. ¿Todavía vivirán? ¿De dónde proceden originalmente estas cartas, y cómo terminaron allí, ignoradas por los numerosos ojos de la multitud de un barrio común? ¿Las cartas llegaron a su enamorada, o Robert las acumuló, sin el valor para enviárselas, y eran, más bien, una forma de desahogo a sus sentimientos?

Las hojas sólo poseen la fecha, más no el lugar. Eso es lo extraño. La información completa se encontraría en los sobres... Si tan sólo poseyera o hubiese encontrado la información completa sobre los mensajeros... Me estremece pensar que yo sostengo ahora entre mis manos el paso de todos esos años y lugares. Siento que esta historia está incompleta, y que me faltan muchas de las piezas del rompecabezas.

No puedo armarla por completo. Pero tal vez tú puedas ayudarme a descifrarla. A medida que vayas leyendo, verás que se narran en conjunto una historia un tanto triste, fluctuando entre niveles de profundo desamor y dulce enamoramiento.

Creo que es todo lo que quiero mencionar acerca de este descubrimiento. Tan solo quisiera terminar diciendo que esta es la transcripción más fiel que puedo ofrecer, y que necesito que creas que esta historia es real. Probablemente es lo más extraño que me ha pasado en mi corta vida. Me sorprende demasiado el misterio que queda después de todo. Y quién sabe, tal vez, alguien, en algún otro lugar, encuentre las grabaciones de aquellas tristes canciones.

Cartas de Robert K.W. y otros fragmentosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt