Solo

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Estaba cansado de estar siempre sólo y aburrido en casa, tirado en cama. Afuera, una copiosa lluvia, acompañada de una fuerte tormenta, acechaba, aunque eso me atemorizaba. Al contrario, no me permitía salir, y, peor aún, la luz se había ido del vecindario.

Por suerte, eran todavía las cinco de la tarde, así que aún no estaba oscuro. No lo digo porque tema a la oscuridad, sino porque me parecía molesto que no hubiera electricidad.

Solo, sin nadar que hacer, y sin poder abandonar la casa, porque no estaban mis padres, la situación era al final temible. La tormenta se acrecentó, y ahora el sonido de la lluvia sobre el techo era increíblemente ensordecedor. Un gigantesco trueno refulgió espantoso sobre todo el barrio, tanto que hasta logré escuchar los leves gritos de algunos vecinos y después los lloros de los niños.

Sólo entonces me preocupé un poco, porque mi casa se encontraba cerca del bosque, como todas las del vecindario; de manera que cualquier rayo en la dirección apropiada podría tirar a uno de esos árboles y provocar un definitivo apagón, o cualquier clase de accidente más grave.... No lo quería imaginar.

Por lo general, como ya dije, no era asustadizo, pero de pronto la lluvia tomó una fuerza bastante descomunal.

Sabía que no debía asomarme por la ventana de mi habitación, pero en ocasiones, la belleza de la tormenta eléctrica, a pesar de todo, me era irresistible de observar, así que quise echar una ojeada a su aspecto.

Me asomé por la ventana y pude ver sólo las gotas de agua diluyéndose como lágrimas sobre el cristal. Frotando con mi mano, desempañé el vidrio y pude ver el tono brumoso y azul del vecindario, y el agua corriendo abundante por sobre las banquetas. No había absolutamente nadie afuera, así que mi sorpresa fue enorme cuando miré a una chica delgada, de cabellos largos y negros, completamente empapada, corriendo con una manta sobre su cabeza y cuerpo que la cubría casi completamente. No pude ver su rostro, ni tampoco la ropa que llevaba, pero por lo poco que la visión me ofrecía, advertí que se notaba un tanto pálida. De todas formas, parecía una chica agradable cuando me di cuenta de que, de alguna manera y sin mirarme cara a cara, y desde lo lejos, me había visto desde la ventana y corrió en dirección a mi casa.

Cerré las cortinas de la ventana y me detuve a pensar un segundo para mí. Si esa chica iba en dirección a la casa, no creo que hubiera ningún problema. Después de todo, era una joven bonita huyendo de una tormenta que la había tomado por sorpresa, desafortunadamente, indefensa, cuyo único refugio era el abrigo que colgaba sobre su cabellera mojada. Podría refugiarse mientras pasaba la terrible borrasca, y podría esquivar el regaño de mis padres dejándola escapar en la situación adecuada.

Todas estas fueron tan sólo conjeturas mías hasta que, efectivamente, la chica tocó a mi casa. Empero, aunque me pareció un golpeteo de la puerta muy fuerte, supe que era algo bastante oportuno, dado que la tormenta era demasiado ruidosa y no dejaba escuchar nada más. Había oído los golpes y me habían parecido un poco desesperados.

No supe como reaccionar, porque para abrir la puerta principal de la casa primero había que que salir de la habitación, bajar las escaleras al primer piso, y cruzar el patio, al aire libre. Es por eso que tal vez, yo no era el anfitrión adecuado para ella.

Mi respuesta fue demasiado tardada para todas las suposiciones y planes que ya había hecho en mi cabeza, por lo que cuando había decidido finalmente salir a empaparme por unos momentos para abrir la puerta, los toquidos de la puerta se habían detenido.

Supe entonces que tal vez había sido algo grosero y torpe de mi parte, pero pensé que la tormenta era en verdad demasiado fuerte, y que no valía la pena, más aún por la cuestión de meter a una chica desconocida a la casa.

Luego me asomé por entre las cortinas de la ventana que daba hacia el patio de abajo, sólo para corroborar la fuerza del aguacero. Fue cuando noté que la borrasca, pese a todo, no amainaba, y en su lugar, adquiría cierto aire descomunal.

Volví a recostarme en mi cama, cómodo sobre la almohada cuando, de pronto, escuché un golpeteo en la puerta de mi habitación, el cual era muy fuerte, puesto que llegaba a resaltar entre todo el estruendo de la tormenta.

Un miedo desmesurado y helado logró finalmente recorrer mi cuerpo. Mi reacción inmediata fue quedarme totalmente inmóvil, paralizado sobre la cama, hasta escuchar la segunda violenta serie de golpes, tras la cual solo volví a quedarme totalmente aferrado.

Luego de unos minutos, sin saber que hacer todavía, pensé que aquellos sonidos anómalos sobre la puerta habían sido producidos por la fuerte lluvia, así que me levanté y caminé sobre el piso frío, hacia la ventana, cuidándome de manera ridícula de no hacer algún ruido. Porque, muy en el fondo, sabía que aquello no había sido producto de la tormenta, sino que más bien, alguien estaba en casa... y...

Antes de poder asegurarme echando un vistazo por la ventana que daba al patio de abajo, de abrir las cortinas, una feroz sucesión de sonidos de impacto sobre las escaleras de metal, que daban hacia mi habitación, se escuchó, logrando también alzarse sobre la algarabía de la tormenta.

Aquello me asustó mucho, y no quise siquiera volver a asomarme un centímetro hacia la ventana. En su lugar, me di la vuelta, espantando, pensando en que habría producido los férreos golpes sobre los peldaños. ¿Probablemente, era alguien subiendo, alguien con una fuerza y peso monstruosos, sobre las escaleras, y bajo la lluvia abundante?

Sea lo que fuera, detecté que la procesión de golpes violentos se encaminaba hacia el primer piso, abajo, a la cocina, y después volvía a subir, hacia la habitación de mis padres, justo al lado de la mía

Un segundo tronido ensordeció la atmósfera, implantándome un miedo que no había sentido nunca antes, porque, enseguida, al otro lado de la pared de mi habitación, es decir, en el cuarto de mis padres, fuertes retumbos azotaron el segundo piso, las mismas paredes de la habitación contigua y después dirigiéndose en dirección al techo de mi propio cuarto. Unos segundos después, los fuertes impactos se acrecentaron en número, como piedras cayendo sobre el techo, y luego, empezaron a azotar horriblemente el cristal de la ventana que daba hacia el patio.

Entonces no supe si huir, o gritar, o salir disparado por donde fuera. Aquello tenía que ser no un alguien, sino un algo, un ente de fuerza desmesurada, como para hacer temblar la casa de esa manera...

No sé por qué, pero en un impresionante ataque de locura, quise escapar por la ventana que daba a las calles del vecindario; cuando abriendo las cortinas de la ventana, miré con horror que la chica de rostro pálido y cabello azabache era la que golpeteaba con sus puños el cristal inundado en agua de lluvia, como lágrimas de una tormenta que ahora se calmaba.

Cartas de Robert K.W. y otros fragmentosWhere stories live. Discover now