Extraña y violenta visión ocurrida frente a mí en el supermercado

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Lo que narraré a continuación tuvo lugar en verdad la tarde del sábado 22 de junio de 2002, aproximadamente a las 5:28 PM mientras yo me encontraba cubriendo mi turno normal del día como cajero del supermercado donde atiendo.

Lo que parecía ser un día normal, frío e inclusive aburrido pronto se tornó -y de forma repentina- en una pesadilla para los clientes que entonces asistían de compras al supermercado, y también para todos los doce empleados que vimos el acontecimiento.

No soy muy bueno describiendo situaciones, o contando hechos, por lo que me limitaré a narrar de la forma más precisa posible, aunque la "alucinación" haya sido loca en verdad.

Hacia un día nublado afuera, con leves resquicios de una tormenta y lluvia que querían aproximarse.

Las personas iban y venían a la plaza, donde dentro se halla colocada la tienda donde yo trabajo, atendiendo sus asuntos, y no era lo que llamamos un día "cargado". De modo que pude ser más observador de lo normal en cuanto advertí los primeros indicios de lo que parecía ser un ruido lejano y sordo, un barullo trepidante y como de graznidos, cuyo posible origen era la entrada a la plaza.

Pero eso era imposible, porque las puertas de la plaza estaban cerradas, y solo se abrían cuando alguna persona salía o entraba. Segundos después de que yo volteé, lo hicieron también las demás personas: todos los compradores se asustaron y asomaron sus ojos sorprendidos hacia el punto de origen de aquel vórtice, así como también mis compañeros de trabajo.

Entonces lo vi: un remolino, una mancha negra y voraz, gigantesca, un cúmulo de aves negras y feas, como cuervos, volaban alocadas hacia la entrada de la tienda. Mudos, y completamente palidecidos, los clientes se quedaron allí, de pie, mientras que aquel torbellino gris se organizaba de manera violenta sobre un punto vacío de la plaza, sin llegar a invadir el supermercado, para fortuna de las personas que allí se hallaban, ahora confusas, algunas gritando, y uno que otro niño chillando del espanto.

Aquella tolvanera de pájaros entonces se reunió y comenzó a girar en círculos. Repentinamente yo y todas las demás personas notamos que la masa negra comenzaba a aumentar en tamaño, así como en caos. Poco a poco se alzaba hasta casi tocar el alto techo de la construcción, mientras lo hacía también en diámetro. Lo que primero había sido un solo disparo ahora era una horrible tormenta de sonido atronador, que ensordeció por cerca de un minuto los oídos de los asistentes.

El gerente del supermercado entonces decidió hacer un comunicado a través del parlante de su oficina, puesto que ya que le habían informado, posiblemente, del suceso, y quería mantener las cosas bajo control. En él aconsejó a todas las personas a que se mantuvieran quietas, que no se movieran de donde estaban, según sus propias palabras y como él informa ahora; porque lo extraño es que todos no escuchamos esas palabras, sino otro mensaje.

Algunas de los espectadores dicen ahora que no escucharon más que gritos; otros sonidos pausados e ininteligibles; y unos cuantos más una especie de melodía extraña, "como si de crótalos lejanos se tratara". Lo que yo logré captar fue más bien la voz del gerente pidiendo la ayuda de uno de los empleados, llamándolo a atender alguno de los pasillos... algo parecido, porque la verdad es que no logré entender el aviso por todo el ruido que entonces se desenvolvía frente a nuestras narices.

Ahora bien, entre todo aquella confusión de lloros y voces, lo más espantoso de lo que yo y todos los testigos podemos dar cuenta, es que en medio de toda aquella vorágine, se asomaba un sujeto, un chico, aunque ninguno puede dar detalles concisos, porque las aves gritaban tan fuerte y la procesión era tan confusa, que no dejaban entrever bien.

Pero si se hallaba un chico, arrodillado, con las manos en la cabeza...

Todo este raro suceso duró poco más de un minuto; minuto en el que nadie supo que hacer, nadie dio cuenta del tiempo, en el que todos nos percatamos de una alucinación auditiva diferente... vimos y oímos cosas diferentes.

Finalmente, la polvareda de aves fue disminuyendo de tamaño, hasta desparecer hundiéndose dando giros en el suelo, donde después ya no había nada.

Ahora mismo escribo frenético y algo asustado, porque nunca antes me había ocurrido algo similar. Soy escritor, y lo publico esta noche en este espacio, temblando, sólo para quien quiera creerlo.

Cartas de Robert K.W. y otros fragmentosWhere stories live. Discover now