Capítulo 03

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Extrañamente animada con la idea de poder escapar un poco de la casa Lowe gracias a Mark, se sintió más ligera, con menos peso sobre su diafragma. Comenzaba a reconocerse más a sí misma y eso le daba confianza, quizás estaba preocupándose en exceso como a Veronica siempre le gustaba recordarle cuando se estancaba dentro de su cabeza por "tonterías".

Entró al lugar del que escapó horas antes de forma bastante pueril y no tuvo tiempo a reaccionar cuando Ernest, con su metro noventa largo de estatura, le tiró de una oreja para salir corriendo mientras se reía.

—Palurda—se metió con ella cuando puso suficiente distancia entre ellos.

Paulie arrugó la nariz sin ser capaz de entender como aquel hombre de casi 30 años se comportaba así.

—¡Eres idiota! ¿Lo sabías?— el tirón de orejas no se quedaría ahí.
—Esa boca.

Serena apareció en la puerta de la cocina con un trapo en las manos y la ceja levantada.

Lara tenía el mismo tono rubio y color de ojos que aquella mujer que le sonreía.

—Hola—Paulie se acercó—. Siento no haberte saludado antes.

Estar a su alrededor la empequeñecía llevándola a su infancia en la que siempre cargaba con las culpas de los lios en los que Lara le metía;  aceptó el abrazo que le regaló envuelta por su olor.

Le estaba dando la bienvenida.

Y ella suspiró.

—Te va a costar muy caro entrar en la casa sin avisarme.

Después de alejarse, Serena le puso el pelo tras la oreja con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Era de madrugada—se excusó.

Con mirada inquisitiva la mujer replicó:

—¿De verdad te crees que podría dormir sabiendo que estabas aún por llegar?

Se separaron y Paulie sintió algo de pena pues quería que fuera más largo de forma que pudiera sentirse protegida por el refugio de los brazos de aquella mujer que nunca lograban calentarla del todo.

—Te haré un bizcocho para compensarte.

Su guardiana entrecerró los ojos provocando que se le escapara una sonrisa mientras la acompañaba a hasta la amplia cocina.

—No merezco tal sufrimiento, con que me lleves a hacer la compra tengo suficiente.
—Claro pero primero necesito darme una ducha, si no te importa.

Se giró para emprender su camino pero dudó, necesitaba prepararse mentalmente para encontrarse con Lara nuevamente y aparentar que no sentía nada de culpa; que todo estaba bien.

—¿Qué ocurre?—preguntó Serena a sus espaldas.

Paulie se mordió el labio pero no se dio la vuelta.

—¿Por qué no me dijiste que estaba aquí?

Escuchó como la respiración de su madre adoptiva salía algo cansada.

—Si te lo hubiera dicho, ¿habrías venido?

Mirando al suelo no respondió.

—No sé que es lo que ha ocurrido entre vosotras dos pero Lara te quiere mucho. Y sé que tú a ella también. ¿Desde cuándo no os veíais? ¿Crees que no sé que apareces por aquí si no está?

Otro kilo más de culpa para su espalda.

—Arregladlo y hacedme una anciana feliz.

Notó un pequeño latigazo en el culo, se giró y vio a Serena con un trapo en la mano.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora