Capítulo 37

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La primavera trajo un abril caluroso por lo que en cuanto los primeros rayos de sol empezaron a picar, Paulie tomó la decisión de sacar toda la ropa de verano que tenía en cajas en los estantes del armario. Echaba de menos no dejar aunque fuera alguna rebeca fina para las mañanas. Salió a la azotea donde Veronica la esperaba.

—Hey—la saludó.

Momentos antes, en lugar de compartir su habitual café, la contable se sentó en las escaleras de incendios para estar a solas con su cabeza, como solía hacer a menudo últimamente. Aunque el dolor seguía ahí, lacerante, confiaba en que podría acostumbrarse a él hasta que pudiera deshacerse por completo de su presencia.

Al menos esa noche no se despertó después de tener pesadillas, quizás gracias a las pastillas que su nueva terapeuta le había recomendado. Un pequeño consuelo natural que la ayudaba a conciliar el sueño en lugar de irritarse porque las horas no pasaran.

—¿Has visto a la Barbie?

Movió de un lado a otro la cabeza para responder a Veronica.

—La empresa terminará en bancarrota, dale tiempo.

Rió sin humor, no le importaba en absoluto que la cabeza hueca de Hazel Hamilton, hubiera asumido el rol de su padre en Enfruits, ella acudía, como todos los días a su trabajo, volvía a casa y comía sola hasta que la luz de la tele, cuyo catálogo online se sabía de memoria, le picaba en los ojos.

Justo en ese momento se permitía ir a la cama.

A la mañana siguiente el proceso se repetía, menos los días en los que iba a la consulta de su nueva confidente o Veronica la arrastraba, en contra de su voluntad, a algún sitio donde no le apetecía estar. Su compañera no le preguntaba nunca como se encontraba así que o bien era evidente que no estaba en su mejor momento o tenía la prudencia de dejarle su espacio.

—¿Qué harás hoy?

La voz interrumpió la neblina de su mente y se dio cuenta de que no le prestaba atención.

—Hoy tengo que salir.

Al saber a qué se refería no insistió.

—¿Quieres venir mañana con mi sobrino a ver Shazam?

—¿Cuál es?

No usaba demasiado Internet así que estaba un poco desconectada.

—Esa de un niño que cuando dice el nombre ese se convierte en un tipo mazado.

Se negó porque no podía ver una película de superhéroes sin recordar a Lara.

—No me gustan esas pelis—expresó.

—Podemos dejarle tirado y meternos en otra sala mientras.

—Eso sería moralmente cuestionable.

Veronica puso los ojos en blanco.

Mirilminti cistinibli—repitió con voz chillona.

La consulta de Patrice, la psicóloga que visitaba desde hacía medio mes, dos veces por semana, siempre tendía a dejarla totalmente drenada ya que salía de allí con la sensación de que vomitaba todo lo que estaba en su cabeza. Los pensamientos negativos acudían a ella, pero en la cuarta sesión se dio cuenta que cada vez le costaba menos vencerlos, que algo dentro de ella era más ligero.

Reconstruirse no sería fácil, pero no podía seguir así, evitar el dolor hasta que este fuera tan grande que acabara rompiéndola, porque poco a poco no le quedaba nada por lo que luchar.

Y cada día que pasaba le gritaba al oído que su cuenta pendiente aún no estaba saldada.

Caminaba hacia el bloque de apartamentos en el que vivía, pero no pudo evitar pararse delante del escaparate de una tienda enorme de mascotas. Pudo ver pilas y pilas de distintos tipos de alimentos así como una pequeña zona en la que varios perros jugaban sin ser conscientes de que estaban separados por un cubículo de cristal.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora