Capítulo III

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Hank entra en la estación de policía después del rápido chequeo de sus sistemas, que determina que sus biocomponentes se encuentran óptimos. Arregla su uniforme y corbata y se acerca al mostrador donde unos androides atienden a la gente que se encuentra allí. Se acerca a una androide femenina de pelo castaño y rostro pecoso.

—Estoy buscando al detective Connor.

—No ha llegado todavía. —informa la chica—. Pero puedes esperarle dentro.

El LED de Hank se tiñe de amarillo durante unos segundos, al igual que el de la chica, y se acerca a la entrada de la comisaría. Con un rápido vistazo encuentra el escritorio de Connor, y se acerca.

—Disculpe, —le habla el androide, con su voz firme, a un oficial que se encontraba en el lugar. — ¿a que hora suele llegar Connor?

El policía suelta una risa suave.

—Bueno, eso depende de donde estuviera la noche anterior. —Hank lo mira, confundido. —Es un buen chico, estará aquí pronto, supongo.

Hank agradece su atención y se sienta en una silla al lado de ese escritorio. Decide que, para matar el tiempo, averiguará algo más sobre el detective para poder mejorar su fría relación.

Se levanta y vuelve a situarse frente a las pertenencias del joven. Agarra un reproductor digital de música y se acerca los auriculares a su oído. Una música suave, de un violín, es reproducida por éste. Lo deja en su lugar y observa las fotos y dibujos en la pared de al lado del escritorio.

Alguna foto de Connor más joven con algunos policías, una foto con una chica de pelo largo y castaño, abrazados. Y una foto de Connor con tan sólo dieciocho años (o eso supone por la cara aniñada del chico) con un niño de unos nueve años de edad, aproximadamente.

También hay algunos dibujos hechos por el propio Connor, que parece tener un talento innato para ello. Un dibujo a lápiz de un violín le llama la atención. Supone que él toca ese instrumento, así que decide preguntarle más tarde.

En la silla del chico hay algunos pelos de perro, de San Bernardo. También puede preguntarle por eso, decide.
Escucha unos pasos a su espalda y una voz suave se dirige a él.

—Hmm... Bueno días... —dice Connor, que probablemente no esperaba que Hank volviese a estar ahí otro día. Creía que, al finalizar el caso, volvería a Cyberlife.

—Bueno días, detective. —Connor aparta a Hank y se sienta en su silla, frente al escritorio. — ¿Hay alguna mesa que pueda usar?

Connor lo mira durante unos segundos y señala la mesa de enfrente.

—Esta no la usa nadie.

Ambos se disponen a sentarse, pero el capitán Fowler les interrumpe, llamando a Connor. Hank decide que es mejor no interrumpir y da una vuelta por la comisaría. Al entrar en la pequeña cafetería, el detective Gavin Reed se encontraba allí, junto a Tina Chen, otra policía del lugar.

—Vaya, mira a quien tenemos aquí. —llama la atención de Hank, quien se gira con expresión severa. Gavin sólo se acerca a él.— Nunca había visto a un androide como tú... ¿qué modelo eres?

—Lo lamento, pero no tengo por qué facilitar esa información a personal fuera del caso.

Gavin frunce el ceño y se acerca más aún al androide.

—Traéme un café. —pide.

—No soy su sirviente o su niñera, oficial, lo siento. —Hank no se mueve. El humano gruñe e intente golpear al ojiazul, pero éste agarra su brazo y lo impide.— Detective, deje esos comportamientos infantiles.

—Sólo... mantente fuera de mi camino... —dice Gavin. Y añade: —Jodidos androides... no se por qué Connor acepta trabajar con este trozo de plástico.

Sale de la cafetería y atisba como Connor se acerca a su escritorio y se sienta en la silla. Hank recibe rápidamente instrucciones. Fowler asignó a Hank como compañero de Connor durante un periodo indefinido, así que espera poder llevarse un poco mejor con él.

Hank toma asiento y analiza al joven mientras este lee algo en la pantalla de su ordenador. Sus constantes vitales están estables, y su nivel de estrés, bajo. Decide que es un buen momento para entablar una conversación con él.

—Detective. —llama su atención Hank. Connor le mira, atento. —Tiene un perro, ¿verdad?

El humano frunce el ceño.

—¿Cómo sabes eso?

—Hay pelo de perro en su silla. Me gustan los perros, ¿cómo se llama el suyo?

Connor tarda unos segundos en responder, mirando al androide con sorna. ¿Le gustan los perros de verdad o es parte de su programación para hacerlo más interesante ante los ojos del chico?

—Sumo. Se llama sumo. —Sonríe.

Hank vuelve su vista hacia la pantalla del ordenador y la enciende, y Connor lo imita. Se instalan unos segundos de silencio, que el androide enseguida rompe.

—¿Toca el violín? —Vuelve a mirar al de pelo castaño.

—Si... desde los ocho años. —Esta vez no le hace falta preguntar cómo es que lo sabe, supone que ha dejado demasiadas pistas como para que un ser de tal nivel de inteligencia no pueda adivinarlo.

El silencio vuelve a instalarse, mientras Hank archiva esa información en su programa, pero no dura mucho.

—No he podido evitar mirar las fotos de su escritorio... ¿Quién es esa chica?

Connor le mira y sonríe muy levemente.

—Era mi novia, pero lo dejamos. Ahora solo somos amigos.

—¿Por qué? —El chico no responde, así que Hank cambia de tema.— Y ese niño... ¿Quién es?

La mirada avellana de Connor se ensombrece por completo. Esta vez no aparta su vista de pantalla.

—No es nadie. No te metas en lo que no te importa.

Hank se sorprende por la brusquedad del chico, pero decide no preguntarle nada más y continúa leyendo los archivos.

—¿Por qué no empezamos por esta AX400 que atacó a su dueño anoche?

Connor le ignora. Hank frunce el ceño y se acerca a la silla del joven, quién sólo se gira más para darle la espalda.

—Escuche, detective, estamos aquí para trabajar. Levántese y vayámonos, porfavor.

Connor solo cierra los ojos con fuerza y le ignora una vez más. Hank, harto, agarra al joven del cuello de su camisa y lo pega contra la pared.
Connor abre los ojos como platos, muy sorprendido, y se ruboriza bajo la intensa mirada azul. Hank pega su cuerpo al de Connor, intentando inmovilizarlo completamente.

—Hank... —jadea el joven, sin aliento.

El androide le sujeta con fuerza y está a punto de decir algo, cuando un policía se acerca.

—Eh... lamento la interrupción, pero la androide AX400 ha sido avistada cerca.

Hank y Connor se miran en silencio durante unos segundos y el menor, aún con su vista fija en el androide, responde:

—Sí... Estoy en ello.

El policía se va y Hank suelta suavemente al chico, quién recoge su abrigo y sale de la estación de policías, seguido del androide, con quien no intercambia ni una sola palabra.

AU Reversed [DBH-Hank x Connor] Where stories live. Discover now