Tercer capitulo.

499 12 1
                                    

Estaba en clases, confundida por todo lo que había sucedido... por alguna extraña razón no entendía el por qué Kathe estaba tan asustada, mi mente estaba a punto de explotar con tantos recuerdos y cosas que pasaban por mi mente. Intentaba tranquilizarme y concentrarme en algo distinto, pero terminé dandome cuenta de que el chico del autobús estaba al lado mío. 

- ¿Qué tanto me miras? -pregunté-

- Bueno, nada. Sólo estaba pensando.

- Necesito que me digas de donde conoces a Kathe. -susurré-

- Luego... por cierto, me llamo Andrew.

- Mucho gusto, Taylor. -estiré mi mano-

- Vale, vale. Ya sabía quién eras... hm... ¿sabes? aún no lo logro entender cómo te metió en esto.

- ¿Qué cosa? -pregunté-

- Luego te lo explicaré.

Terminaron las clases, y ya era hora de salir de la escuela. Miré mi móvil y me había llegado un mensaje... ¿anónimo?

"Hola Taylor. Esto apenas acaba de empezar... Lastimosamente ya estás dentro, no podrás salir a menos a que hagas lo que queremos que hagas, pronto te darás cuenta por ahora supongo que deberías de decirle a tu amiga que por curiosidad, termino metiendote en todo esto"

Mientras terminaba de leer el mensaje, mis manos empezaron a temblar involuntariamente. Siento una sensación que se apodera de mi, me siento débil, me siento mal. Empece a caminar y caminar hasta que de un momento a otro sin ninguna razón en particular empecé a correr, no me importaba nada, no me importaba escapar de este lugar, el cielo se volvía más oscuro y yo sentía que mis pies ya no podían más, no sabía cuánto había caminado sin rumbo alguno, pero sólo sabía que había sido por mucho tiempo y que obviamente para volver sería un gran problema.

Terminé en un bosque, habían muchos árboles y era demasiado oscuro, se podía oír el sonido de los grillos, se podían observar a los murciélagos volar, y se podía ver muy bien en lo alto del cielo estrellado, la luna... Aquella luna que siempre está ahí para mi, que siempre me acompaña en noches de oscuridad como esta, y que siempre es dueña de mis insomnios. Ya eran las 7:00 p.m, estaba muy tarde y no sabía cómo llegar a casa... Enserio había caminado durante tanto tiempo y me distraje lo suficiente con mis audífonos que ni me di cuenta cuánto tiempo había estado caminando sin rumbo alguno, y ahora que ya me había calmado un poco entendía la locura que había acabado de cometer. 

Bueno, ya era muy tarde. Siempre había querido acampar y bueno este era el momento indicado así que me senté en el suelo a observar las estrellas... esta era la mejor parte, todo estaba muy bonito hasta que sentí la presencia de alguien... podía escuchar a lo lejos sus pasos lentos, no sabía quién era, me sentía asustada... cada vez sus pasos se escuchaban más y más cerca y con cada paso que daba las ramas de los árboles se movían más fuerte, pisadas, pisadas.... más pisadas. Cuando sentí que alguien me tocó el hombro, y inmediatamente pegué un grito. 

- ¡Oye, oye! ... no te asustes. Soy yo.

- Andrew! Me asustaste imbécil.

- No era mi intención, o quizá sí jajaja.

- ¿Qué haces aquí...? ¿qué rayos? 

- Te seguí.

- ¡Por qué!

- Tenía curiosidad.

- Vale, ya estás aquí, ya que.

- ¿Tienes frío? 

- Sí, pero bueno.

- Sé que tengo chaqueta pero si creías que era de esos tipos cursis que prestan sus chaquetas a damas, te equivocaste, igual tengo frío.

- Jajajaja tonto.

- Sabía que te iba a hacer reír, tén. -me tiró su chaqueta-

- Pero no que tenías frío...

- Sólo tómala y ya, no preguntes. 

- Vale, gracias. Pero no me has respondido aún... ¿de dónde conoces a Kathe?

- Yo... no te puedo dar esa información aún, no soy la persona indicada -dijo él sin ninguna expresión en su rostro-

- ¿Por qué no?

- Yo no me puedo meter en ello, aunque yo también hago parte de eso.

- ¿De qué?

- Sólo te puedo decir que realmente te quiero ayudar Taylor, aunque seas muy rara. 

- Pues entonces hazlo, dime por favor.

- No puedo, Kathe te lo dirá.

- Pero... ¡si nisiquiera sé cómo está!

- Yo sí, pronto entenderás más las cosas.

- Eres raro.

- Gracias, tú lo eres más. 

- Yo no soy la que pone intriga a todo. 

- Jaja... amo verte sufrir. -bajo su cabeza y puso en sus labios una sonrisa sárcastica-

- Chico raro.

- Chica tonta. 

- ¿No tienes sueño?

- Bueno sí... pero no puedo volver a casa, me perdí.

- ¡Genial! Pensé que sabías dónde estabamos ya que me seguiste hasta aquí.

- Sí, y lo mejor es que ni te diste cuenta de ello. 

- Osea, me seguiste aquí sin saber a dónde me dirigía incluso sabiendo que te ibas a perder quien sabe en donde conmigo.

- Sí.

- ¿Por qué?

- Quería ver que tan tonta eras -agachó su mirada tímidamente pero a la vez tan... frío-

- Vale, creo que intentaré dormir. No sé pero mañana debemos de regresar. 

- Duerme bien, y que sueñes con Slenderman.

- Gracias, y ojalá que venga Jeff The Killer y te asesine.

- Gracias.

Todo se iba oscureciendo, mientras me dormía primero lentamente y luego completamente.

El espejo malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora