Capítulo 2

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Joseph tomó la quinta avenida y se dirigió al Este, mientras sentía la sangre correr violentamente en sus venas, por más que respiraba profundamente, para tratar de canalizar la ira, no podía, se le hacía imposible y se repetía mentalmente que deb...

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Joseph tomó la quinta avenida y se dirigió al Este, mientras sentía la sangre correr violentamente en sus venas, por más que respiraba profundamente, para tratar de canalizar la ira, no podía, se le hacía imposible y se repetía mentalmente que debía ser profesional, actuar con inteligencia.

La luz verde en el tablero de al lado titilaba indicándole una llamada entrante y quien era no desistía porque ya llevaba varios minutos, por lo que presionó el botón para atenderla.

—Señor, debería bajar la velocidad, si no lo hace terminaran multándolo.

Al escuchar la voz miró por el retrovisor y vio a las camionetas seguirlo, sin dar ninguna respuesta finalizó la llamada y se orilló bruscamente, el Lamborghini apenas se detenía cuando la puerta del lado del chofer empezó a elevarse.

Joseph bajó del auto y se encaminó hacia donde habían estacionado las camionetas, llegó hasta una de ella y observó a los dos hombres dentro de esta.

—¿Desde cuándo son mis niñeras? —preguntó, cuando uno de ellos descendió. —Le he dejado claro a Richard que no necesito, así que se largan.  —le dijo soltando esa rabia que lo torturaba.

—Señor, no es su decisión, no aceptamos sus órdenes, trabajamos para el señor Morgan, no para usted y las órdenes precisas del señor son custodiarlo a usted y al joven Nathaniel.

—Dígale a mi tío que no quiero, si llegase a necesitar, yo mismo contrato mis guardaespaldas ¿está claro? —preguntó sin que le mermara la molestia que no podía controlar, se había estado preparando durante casi toda su vida, para no sentir como el volcán estallaba dentro de él cuando se diera el anhelado encuentro, pero no pudo controlarlo y ahora la lava corría por sus venas.

—No podemos hacer eso joven, deberá usted mismo hablar con su tío y que después él no los comunique, mientras tanto seguiremos llevando a cabo nuestro trabajo.

—¡Bien! se largan ahora mismo o mañana entablo una demanda por persecución. —les amenazó.

—No lo perseguimos, solo lo protegemos. —aclaró el hombre, que ya estaba preparado para eso, porque Richard los había puesto sobre aviso. —Es nuestro deber y eso está claro, no hay demanda que nos afecte, al menos que quiera demandar a su tío.

| sweet lies bitter truths | Joseph MorganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora