Capítulo 8

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Ahriel pensó más tarde que las cosas podrían haber ocurrido de otra manera muy distinta, quizás llegar a casa de James Barnes y no encontrar a Steve examinando sus cosas como un cotilla podría haber ayudado bastante.

La joven entró a un edificio bastante deteriorado, con mala pinta y le resultaba bastante lógico que Bucky escogiera ese ambiente para refugiarse. Le echó un vistazo a sus manos unidas, con los dedos entrelazados como si fuera una cosa natural, como si hubieran nacido para agarrarse mutuamente y sostenerse. Entrecerró los ojos concentrándose y allí estaba, palpable y sólida, la conexión.

Debería estar asustada, pero era imposible, porque su cuerpo y su mente se hallaban absolutamente cómodos con todo lo que sucedía.

-Te vi en un sueño -dijo Bucky, cortando el silencio, una vez cerrada la puerta del portal de la infraestructura que se caía a pedazos-, hace muchos años ya y no ha dejado de repetirse.

No habían intercambiado palabra alguna hasta ese momento, el silencio que se había instalado entre ellos ni si quiera fue incómodo. Ahriel estaba tan confusa que le costaba conectar bien una idea con otra en su cabeza rizada, ¿por qué le tenía que ocurrir aquello a ella? Y precisamente con él.

Se llevó una mano al cabello y metió los dedos entre los rizos oscuros, provocando que James siguiera el movimiento con ojos fijos, como si estuviera intentando reprimir sus ganas de meter él mismo la mano en el precioso pelo esa chica.

-No fue un sueño, Bucky -ella cruzó su mirada ámbar con la azul de él, recordando algo de repente se llevó una mano al pecho-, soy Ahriel Knight, por cierto, pertenezco a...

-Los Vengadores, lo sé, lo vi en tu cabeza.

La joven tragó saliva.

-Ya, sí... -dio un paso a un lado, observando la sucia escalera que daba a los pisos-, lo de antes... Yo nunca... yo... ¡Dios, no sé ni qué decir! ¡Qué locura!

Bucky tironeó de ella acortando la distancia que los separaba, incómodo con que Ahriel se hubiera atrevido a dar un paso alejándose de su persona, y un segundo después estaba tan cerca que olió las manzanas de su champú.

-Paso a paso -suspiró James, comenzando a ascender hacia su casa.

Ahriel se sentía confusa, ¿qué hacer? ¿A quién acudir? ¿Freyja podría ayudarla? Al final, después de darle mil vueltas a todo también suspiró, ahogándose en el agobio. Apenas si lograba colocar un pie delante del otro para continuar avanzando tras él, podía ver su espalda ancha, sus hombros robustos, su pelo castaño medio oculto por una gorra la mar de fea.

Se comió, literalmente, la espalda de Bucky cuando este se detuvo de manera repentina.

- ¿Qué pasa? -masculló frotándose la nariz dolorida. Se soltó de su mano para colarse a su lado.

Tenía mala cara mientras miraba fijamente una puerta, Ahriel frunció el ceño y se colocó bien la maleta en el hombro.

- ¿Qué ocurre? ¿Es esta tu casa? ¿No tienes la llave, acaso?

Esperó unos segundos, los suficientes para llegar a creer que no le respondería.

-Hay alguien dentro.

-Ah... -parpadeó sorprendida y se viró hacia él de nuevo, con velocidad-, ¿qué?

Bucky la agarró del hombro clavando sus ojos azules en ella, paralizándola con solo una mirada. Ahriel sentía como el aire no llegaba a sus pulmones, sentía cada dedo y quería que la siguiera tocando, era tan enfermizo que se tuvo que llamar la atención a sí misma, se reprendió en su fuero interno con palabras muy vulgares.

Ángeles de Piedra (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora