Capítulo 9

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¿Qué podría salir mal?

Ya te respondo yo: todo.

No hablemos de cosas tan obvias como la confusión repentina de Ahriel, sino de cómo Bucky había sido colocado en el punto de mira, o de la desesperación abrumadora de Steve Rogers -nuestro Capipaleta favorito-; o tal vez, de cómo el nuevo rey Wakanda quiere la cabeza del siempre manipulado James Buchanan Barnes.

Hablemos del momento de pura acción, esa desenfrenada persecución que puso patas arriba la ciudad.

Ahriel recuerda bajar por la escalera tras ellos con la firme decisión de evitar que le cogiera; se detuvo una milésima de segundo ante ese pensamiento. CogieraN, se corrigió entre dientes. Ella tenía que salvarlos a los dos, no solo a él... ¿Y quién era él exactamente? ¿Por qué la complicación parecía formar parte de su vida?

Formar parte de los Vengadores implicaba mantener una buena forma física, entrenar con asiduidad y Ahriel tenía los mejores maestros; la Viuda Negra le había instruido en las mejores técnicas, convirtiendo sus movimientos en veloces y certeros. La espada había sido envainada -ella no solía matar a gente, mutilar puede, pero matar no era lo suyo- y sus poderes debían bastar para dejar a esos soldados que parecían vestidos para la peor de las guerras. Se recordó así misma que luchar contra el Soldado de Invierno y el Capitán América era como estar en el mismo campo de batalla.

-Cómo lo echaba de menos -suspiró llena de sarcasmo agachando la cabeza, juntando las manos y enviando una ola de poder que redujo a tres soldados a la vez.

Se miró las manos, sorprendida y asustada. Sus poderes habían aumentado, ¿había sido por Bucky?

- ¡ARG! -el grito de dolor de James, que había saltado por el hueco de la escalera, retumbó hasta el mismo centro de poder de Ahriel que, de repente, se vio lanzada con una vigorosidad inesperada contra los contrincantes. El dolor que él podría llegar a sentir se estaba convirtiendo en el suyo propio.

-No he visto yo a hombre más bruto en mi vida -resopló la joven para sí antes de percibir cómo el escudo del Capitán le pasaba rozando y despejaba el camino.

No hacía falta leerle la mente para saber lo cabreado que estaba.

- ¡No me escuchas cuando te hablo o qué!

-No eres nadie para darme órdenes.

Ahriel fintó y pateó el pecho de uno de ellos, Steve le cubrió la espalda a su vez, y ambos sintieron esa familiaridad que proporcionaba el haber compartido más de un conflicto. Se lanzaron una mirada que podría haber derretido las paredes de ese edificio, la adrenalina corría por sus venas como lava fundida y desprendía un fuego que les arrasaba las entrañas.

-No es el momento -la voz de Steve había bajado una octava, y la piel de Ahriel se erizó tal y como lo hacía antes de un encuentro muy fogoso.

-No me digas -respondió ella ahogándose en delirio, viró el rostro-, llegan más. Vamos.

Pronto llegaron al nivel de Bucky, que tiraba de una sola patada la puerta de una salida de emergencias como si fuera de papel y giró la cabeza para buscarla con la mirada, ella le levantó las cejas antes de responder la pregunta que no había sido formulada en alto:

-Estoy perfectamente.

Steve los observó un segundo con inquietud y desconcierto antes de dejar sin sentido a otro contrincante, se multiplicaban. Debían salir pitando de allí, ya le preguntaría a SU mujer de qué conocía a su mejor amigo desaparecido y trastornado más tarde.

De repente, la espada de Frey empezó a zumbar. Era como tener un potente vibrador en la funda del arma y un fogonazo de imágenes arrasó la mente de Bucky y Ahriel; el Soldado de Invierno se encontraba atrapado en su cápsula. Ahriel sintió el dolor y la desolación que lo recorrían, vio más, más cápsulas. Vio el horror que podrían causar. Vio que Bucky no era el único. Vio que él tenía que escapar como fuera.

Ángeles de Piedra (Capitán América)Where stories live. Discover now