The Thunders.

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Los truenos.

 Dipper se miraba por milésima vez en el espejo del auto de su madre sin que ésta se diera cuenta tratando de no verse desaliñado, pero no lo suficientemente arreglado como para que Bill notará que se arregló para él... aunque en efecto lo hubiera hecho.

Cuando por fin se sintió lo suficientemente conforme con su apariencia, verificó que no hubiera olvidado nada en casa, lo cual ahora era bastante tonto de su parte considerando que no podría volver a su casa en caso de que hubiera olvidado algo, pero lo tranquilizaba verificarlo.

Aparte de que su madre lo regañaría si hacía eso, después de todo la había hecho conducir hasta ahí. Afortunadamente ese no fue el caso, ya que cuando revisó su cuello encontró su anillo de "El señor de los anillos", el cual tenía doble propósito, el primero, darle estilo y el segundo era que cuando Bill lo viera pudiera sacarle plática al rubio sin verse sospechoso, por último le dio una mirada al asiento de atrás sólo para encontrar todos sus cómics perfectamente acomodados en una caja de plástico cerrada, con una bolsa negra de plástico envolviendo y protegiendo la caja "por cualquier cosa" debido a las pequeñas y casi imperceptibles gotas de agua que caían del cielo.

Y sin pensarlo más, se bajó del vehículo.

—Me llamas, Mason —su madre le dijo con una mirada de advertencia y Dipper asintió como pudo con una sonrisa en su rostro—, ¡no se te olvide!

Su madre lo vio darse la vuelta para encontrarlo dudoso frente a la puerta de la casa con aquella caja en brazos y se sintió enternecida cuando se dio cuenta de que no tenía manos para tocar el timbre.

Eventualmente suspiró rodando los ojos cuando lo vio tocar el timbre con la cabeza, ¿quién era la persona que traía así a su hijo?

Sin más encendió el automóvil emprendiendo su camino a casa.

Dipper sentía su estómago revuelto, vio a su madre alejarse; no pasó mucho cuando un chico de cabello azul le abrió la puerta.

—Dipper, adelante, Bill todavía sigue en su habitación, puedes dejar... eso dónde quieras —le dijo con una sonrisa amable abriéndole paso a la casa con cierta curiosidad hacía su bolsa negra—, ¡Bill! ¡Ya llegó tu cita! —gritó.

—¡Cállate William! —escuchó a Bill gritarle de vuelta desde su habitación.

Will le sonrió amablemente a Dipper.

—Sólo lo estoy molestando —le dijo al castaño.

—Lo sé —contestó con las mejillas totalmente sonrojadas.

Un grito desde la planta de abajo llamó la atención del rubio quien le daba una última mirada a su habitación para comprobar que estuviera lo suficientemente decente para su visita.

Salió de su habitación tratando de calmar su extraño nerviosismo encontrándose con la mirada tímida del castaño clavada en él y las mejillas sonrojadas, con una bolsa negra a sus pies.

Bill bajo con rapidez las escaleras viendo como su hermano agarraba las llaves y con una pequeña sonrisa saludó al menor.

—No le hagas caso —dijo Bill con una sonrisa—, está de molestoso porque hace como dos semanas que Gleeful no le da atención especial, si nada más a eso está yendo el sucio.

Está vez fue el turno de Will de sonrojarse.

—Como sea —respondió el mayor—. Ya me voy ya se me hizo tarde —dijo el chico algo apurado.

—Que sorpresa —se burló su hermano y el mayor lo miró mal.

—Sólo no hagas nada estúpido mientras no estoy —dijo y luego añadió—; por cierto Dipper, hay arroz con leche en la cocina, dile a Bill que te sirva si quieres.

The Mindscape. [Billdip]Where stories live. Discover now