Trois.

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Un suspiro salio de los labios del castaño de cuatro años apenas. En seguida vió la intravenosa, y se sentó en su cama, observando los fríos colores y el piso blanco en la habitación y una pequeña ventana donde entraba la luz solar y además, notando que estaba sólo, una vez más.

De seguro su madre había estado llorando fuera, en aquel balcón donde siempre estaba, y por eso no estaba con él. Sabia bien que su madre lloraba por su estado. Pero HoSeok no sabia porqué, si él se sentía bien, se sentía de maravilla.

Pero por supuesto que se sentía bien, si con todos los antibióticos que le habían administrado por vía intravenosa, se iba a sentir bien, pues, su mente no estaba completamente consciente, y solo veía lo más superficial, y siempre tenía sueño. Estaba tan débil que apenas podía ponerse sobre sus pies.

El pequeño frotó sus ojos con esmero, tratando de despertar, y entonces, quería levantarse de esa cama, y demostrar que estaba sano, y salir de ahí lo más rápido posible.

Recordaba cuando lo pasaron de un hospital a otro, en busca de su bienestar. En el primero que estaba no habían los recursos para poder ayudarlo, porque su cuadro clínico era algo delicado. Estar diez meses en un hospital no era nada bonito. Era aburrido.

Entonces, con cuidado, se levantó de la cama, y tomó el tubo de donde goteaba el suero, y se quitó todos los aparatos que estaban conectados a su pecho que tomaban sus signos vitales, a excepción de los tubos que rodeaban su cuerpo y atravesaban su hombro, porque esos no podía quitarlos, estaban dentro de él. Había escuchado decir a los doctores y a sus padres que ese tubo pasaba cerca de su corazón, y lo usaban para administrarle antibióticos y medicamentos, además de sacarle sangre.

Arrastró con torpeza el tubo metálico hasta llegar a la pared, sin embargo, todo su cuerpo se tambaleaba un poco al caminar, como si estuviese ebrio, pero según la vista de HoSeok, caminaba completamente recto. La anestesia aún no había terminado de hacer su efecto.

Se dirigió a la puerta, y estuvo a punto de abrirla, cuando su madre se asomó por la puerta, viendo a su pequeño y frágil hijo caminando mientras se tambaleaba. Y entonces, corrió acercándose a él.

—¡HoSeok! Cariño, no debes levantarte de la cama, bebé. Debes descansar. —Le dijo su madre y le ayudó a llevarlo a la cama—.

—Mamá, ya me siento bien, ya... —Hizo una pausa entre balbuceos débiles—... Ya podemos irnos, me siento bien... —Las palabras salían arrastrándose por su boca y su tono se oía débil, su madre por supuesto, evitó quebrarse ante su pequeño hijo, debía ser fuerte—.

El hecho de que HoSeok era alérgico a cualquier tipo de picadura, era algo difícil.

Aquel día en que llegó del preescolar con aquella mano roja, y sus ojos casi cerrándose, ella sabia que algo malo pasaba.

Y cuando los doctores le preguntaron qué le había picado a su hijo, para poder salvarlo, ella no supo que decir. Tampoco su esposo supo que decir, ninguno sabía qué había picado a HoSeok.

Pero eso no era lo más grave. El destino amaba envolver a la familia Jung con sábanas hechas de tragedia, y gracias a eso, en la picadura de lo que sea que haya sido, había una bacteria. Que se extendía rápido.

El cuerpo de HoSeok estaba hinchado desde su mano hasta su cuello, y provocaba que se ahogase.

Fué un milagro que haya estado vivo. Ellos lo agradecían, jamás verían una vida sin su único hijo, y menos con la poca fertilidad de la señora Jung, quien tuvo a HoSeok por una pura y hermosa serendipia.

Y lo peor de todo, era que solo uno de ellos podía quedarse con su pequeño en el hospital, y por supuesto, había sido su madre, pues su padre debía trabajar para pagar el hospital.

Ella odiaba ver como todos los días su pequeño despertaba, soñoliento por aquellos antibióticos, y dedicaba toda su estancia en ese hospital a decir estupideces y reírse de lo que sea, a causa de todas las medicinas que le administraban.

Su cabello largo, sin cortar, que ya le llegaba debajo de las orejas y aquellos tubos hundidos en su piel a la altura de las clavículas, que pasaba por la mayor parte de su cuerpo.

Y cuando empezaba a llorar porque odiaba sentir las manos de las enfermeras y las agujas traspasar su cuerpo, los líquidos introduciéndose en sus venas, y luego, después de tantos lloriqueos y sollozos, su cuerpo se sumía en sueño, gracias a la anestesia.

Le dolía mucho ver a su pequeño así, tan débil, tan indefenso. Sin la certeza de lo que pasará en el futuro, si se quedará con ellos y tendría hijos, o si simplemente fallecería lenta y dolorosamente.

Por eso lloraba ella. Lloraba por su pequeño de apenas cuatro años, que con tan corta edad, había sufrido hasta más que ella en sus treinta y ocho años.

—Mamá... —La débil voz de su hijo la despertó de sus pensamientos—. ¿Por qué lloras?

Entonces reaccionó limpiando sus lágrimas, no sabía cuando empezó a llorar— Por nada, mi amor. Estoy bien. —Dijo su madre, acariciando sus cabellos suavemente, tratando de brindarle aquella calidez de madre, a lo que él asintió.

—Mami... —Volvió a llamar y su madre le observó— Quiero salir de aquí. No me gusta, me duele mucho que me pinchen con las agujas y... —Respiró profundamente para poder terminar de decir sus palabras, pues le faltaba el aire— No me gusta que estés triste... Debo mejorar pronto, ¿no es así? —Le dijo el infante—.

Su madre sonrió levemente aun acariciando sus cabellos, que estaban muy enredados.

—Sí, te vas a mejorar.

—¿Lo prometes?

HyeSeok suspiró, pensando sus palabras. Si no se cumplían, se iba a odiar toda la vida por decirle mentiras a su hijo.

—Lo prometo.

Let Me Be Happy. [J.H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora