Parte Veintiséis: "Mary"

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— Cariño, ayer fui con el médico de urgencia, porque cuando revisaron la sangre que doné, ellos... — la Mujer calló unos segundos, no sabía cómo decirle esto a su único hijo — ellos encontraron que yo... yo tengo leucemia y e-es terminal. Ya no hay nada que ellos puedan hacer.

El pelinegro no supo que contestar, se quedó mudo, con su cuerpo frío y estático. Nunca espero tal información y definitivamente no estaba listo para tener que dejar ir a su madre.

Solo reaccionó cuando vio como ella comenzaba a llorar y su padre colocaba sus manos sobre los hombros de la mujer y le susurraba algo para calmarla. Lo único que pudo hacer fue, en un rápido movimiento, abrazarla con fuerza, pero a la vez con cuidado, como si temiera herirla de alguna forma, porque para Paul, su madre siempre fue lo más delicado que el mundo hubiera podido concebir.

Se acurrucó en su pecho y ahí escondió su rostro mientras pequeñas lágrimas descendían por sus mejillas. Jim se les acerco con cuidado, los observó unos segundos, hasta que no resistió más y lo abrazó a ambos. Él también estaba sufriendo mucho por la noticia y aún no la procesaba del todo, aún no podía creer que su esposa de tantos años moriría y él no podía hacer nada para detenerlo.

Ahí se quedaron varios minutos, hasta que Mary quiso separarse, limpió las lágrimas de las mejillas de ambos hombres frente a ella y besó sus mejillas con dulzura. Después de todo, de alguna forma se había visto forzada a aceptar lo que pasaría dentro de los cuatro meses que le dieron de vida.

Había pasado toda la noche despierta pensando en que pasaría después de su muerte. Jim tenía un buen trabajo muy bien pagado, así que económicamente estarían bien... pero su hijo seguía siendo emocionante inestable, seguía teniendo pesadillas de vez en cuando. 

Tenía miedo de que su hijo empeorara tras su muerte, no podía permitir eso, había pensado mucho en ello y a la única conclusión a la que había podido llegar, era que debía preparar lo más posible a su hijo, no solo para todo lo que vendría, incluyendo su muerte, también para la vida, dejarle lecciones que le durarán por el resto de sus vidas y regalarle palabras que siempre recuerde, no con pena sino con orgullo y nostalgia.

Mary atrajo el cuerpo de su hijo un poco más apegado al de ella, llenó sus mejillas de amorosos besos, esperando pacientemente a que éste dejara de llorar.

Una vez que el pequeño logró controlar sus lágrimas, él y su madre caminaron hasta el jardín donde se sentaron juntos en la hierba que era agitada con lentitud por el suave viento que los rodeaba.  Ninguno de los dos era capaz de decir una sola palabra, incluso se podría decir que ambos sentían la misma pena en sus pechos.

— Cariño, no estarás solo y lo sabes.

— Si, pero yo quiero estar contigo

— No todo se puede en esta vida, amor. No sabes cuanto quiero yo poder quedarme aquí para siempre y poder verte crecer... — la voz de la mujer se quebró con la última frase, pero se repitió a sí misma que debía ser lo más fuerte frente a su hijo.

— ¿Cuánto... — hizo una pausa al no poder realmente enfrentar todo el asunto — ... c-cuando dijeron que...?

— Cuatro meses, tal vez menos. — Responde Mary sabiendo lo que su hijo trataba de preguntar.

Ambos volvieron a sumergirse en un silencio bastante extraño, no era incómodo, no era relajante o grato, solo estaban ahí y todo lo que tenía que decirse ya se había dicho o así lo sentían ellos.

Ellos parecían ignorar el mundo a su alrededor, no le daban importancia porque sabían que estar juntos ahora era más importante que todo. Ahí se quedaron, abrazados, Paul escondiendo su rostro en el cuerpo su madre. Sentía que no poseía el valor suficiente como para afrontar la futura pérdida de su madre.

Mientras ellos estaban encerrados en su propio mundo, Jim estaba con John en el comedor, este se había levantado poco después de que Paul había bajado con su madre, se vistió y cuando llegó a la sala, se sorprendió al ver una escena tan triste e incómoda. No tardó mucho en ir sigilosamente al comedor y esperar a que se calmaran un poco las cosas, había pensado en irse y volver más tarde, pero no podía, tenía que saber que le había pasado a su bebé, no podía saber que había estado llorando de esa manera tan desconsolada e irse.

Jim y el castaño estaban sentados en el comedor, el mayor le había explicado un poco lo que ocurría. John no sabía cómo sentirse, por un lado, se sentía terriblemente preocupado por su bebé, sabía que este era bastante sensible y además muy apegado a su madre, y por otro lado, también le dolía saber que pronto Mary partiría pues siempre la había visto casi una figura materna, ella era alguien con quien convivía, gracias a Paul, casi todo el tiempo.

Después de casi media hora, John por fin pudo ver a Paul y a Mary entrando nuevamente por la puerta del patio trasero. Apenas los vio, se levantó y avanzó hacia el pelinegro, quien de inmediato corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, deseando quitar toda tristeza de su cuerpo, como acostumbraba a hacer cada vez que sentía un nudo en la garganta, siempre John era la respuesta para calmar su tristeza, pero esta vez un abrazo no bastaría.

Mientras ellos se abrazaban, Mary los miraba con un semblante serio y el ceño ligeramente fruncido. Jim se acerco a ella y rodeo uno de sus brazos alrededor del cuerpo de su esposa.

— Déjalos Mary, sé en lo que piensas, yo también lo he pensado, pero no lo presiones, si algo pasa, Paul nos dirá, pero no lo presiones. Y si algo en serio pasa entre ellos, debes aprender que no tiene nada de malo.

Mary suspiró, pero no dijo nada.

Poor Paul [Mclennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora