Parte Veintinueve;"Todo ya está dicho"

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— Si es que hay algo que me quieras decir, este es el momento y lo sabes ¿Verdad, amor? – dice Mary mirando con cariño a su hijo, los dos sabían que les quedaba muy poco tiempo para hablar.

Hace tan solo unos segundos, a petición de Mary, Jim había salido de la habitación, ella quería, o mejor dicho, necesitaba hablar a solas con su hijo.

Paul miro a su madre a los ojos y tan solo eso le basto para saber a que se refería ella, al entender, solo pudo bajar la cabeza con temor de hablar y ganar la desaprobación de su madre en un momento tan delicado como este.

Por vergüenza y temor, Paul optó por mantenerse callado.

Estos últimos meses, en los que su vida había estado pendiendo de un hilo, Mary tuvo mucho tiempo para pensar las cosas con la cabeza fría, había llegado a la conclusión de que a pasar de que ella no le pareciera lo correcto, la felicidad de su hijo estaba por encima de todo, incluso por encima de sus creencias como persona. Ella entendió que si su hijo se sentía feliz al lado de alguien de su mismo sexo, entonces no importaba nada de lo que a ella le habían enseñado que era correcto y que no lo era. Ella entendió que debía dejar que su hijo fuera feliz y aunque ella no estuviera presente para verlo, quería asegurarse de que lo fuera y no lo iba a hacer negándole algo sumamente importante para él y mucho menos iba a hacerlo plantándole inseguridades.

—  Cariño, no hay nada que puedas decirme que haga que yo deje de amarte como lo hago ahora. – dijo Mary con la voz entrecortada gracias al nudo en la garganta que le imposibilitaba hablar de forma fluida – Sé que no he tomado muy buenas decisiones y que definitivamente no soy la mejor madre, pero quiero que ahora más que nunca sepas que siempre te he amado y no me importa quien seas mientras seas feliz. Estoy demasiado orgullosa de ti y nada puede ni va a cambiar eso.

Para ese momento, el menor ya tenia las mejillas llenas de lágrimas que constantemente bajaban por ellas hasta perderse por su delgado cuello o caer con suma delicadeza al suelo.  Su cuerpo temblaba y aun así, como pudo, sostuvo la débil mano de su madre entre las suyas, apretando delicadamente esta, estaba listo para hablar.

Él abrió su boca, sin embargo no dijo nada, solo soltó un suspiro sin saber que palabras eran las correctas.

— Tu ya sabes que diré, ¿Verdad?

— Por supuesto que lo sé, cariño. Pero quiero escucharte decirlo.

Paul tomo aire, tratando de darse valor a sí mismo.

— y-yo... — soltó el aire que había retenido y cerró los ojos – mamá, yo soy gay.

Mary solo sonrió y débilmente levanto su brazo para acariciar la mejilla de su hijo con el dorso de su mano.

— Todo esta bien, amor. Si tu estas seguro de eso, entonces está bien para mi... y también para tu padre, hablando de él, dile que venga, quiero estar con ustedes dos.

El pelinegro no tardo en hacer lo que su madre le pidió. Cuando Jim entró a la habitación, sonrió al ver a su esposa, para él, ella siempre se veía hermosa, incluso ahora que estaba con el rostro demacrado y extremadamente delgada, para Jim seguía viéndose hermosa.

Con un gesto, Mary les pidió a los dos hombres presentes que se acomodaran con ella en la cama, Paul estaba arrodillado en el piso, tomando la mano de su madre aun y acariciado esta, mientras que ella acariciaba suavemente el rostro del su pequeño. Jim estaba sentado a un lado de su esposa, abrazándola cariñosamente y acariciando su cabello.

Pasaron un par de minutos, en los cuales los tres se quedaron de esta forma, hasta que Mary soltó un ligero quejido, alarmando a los otros dos. La verdad era que ella sentía dolores casi insoportables todos los días, pero trataba de ocultárselo a todos, no quería lastima de nadie y mucho menos causar preocupación que ella consideraba innecesaria, sin embargo, el dolor en este minuto, la superaba.

Todos en la habitación sabían lo que se aproximaba rápidamente.

— Los amo a los dos con todo mi corazón.

Luego de eso, silencio absoluto.

Paul cerró los ojos, con miedo de enfrentar la realidad, pero cuando escuchó el sollozo lleno de dolor de su padre, sabia exactamente lo que había pasado.

Abrió sus ojos con pesar y la vio una vez más.

— ¿Mama?

Ella se ha ido.




Lo único que se escuchaba en ese vieja iglesia era el llanto de muchas personas y los pequeños murmullos. Todos sentían la perdida de Mary, pero nadie más que Paul y Jim.

Ambos sufrían demasiado y no sabían cómo manejar tanto dolor.

Paul se encontraba sentado en una de las muchas bancas del lugar, mirando hacia el piso, incapaz de levantarse y caminar hacia el ataúd, no le gustaba para nada llorar en público, no lo hacía desde que era niño, cuando lo molestaban y él lloraba al no saber que hacer, por ello, ahora hacia lo que podía para no derramar ni una sola lágrima.

Nadie se había atrevido a hablarle, sabían lo mal que se encontraba y todos sentían temor de hablar y empeorar el dolor del chico de alguna manera. Solo una persona se había decidido a hablar con él y ese, obviamente se trataba de John.

El castaño se sentó en silencio a un lado de su Bebé Paul y lo abrazo por los hombros, atrayendo el cuerpo del menor al suyo, sabiendo que no habían palabras para aminorar el dolor de su pequeño y que lo único que podía hacer, ya estaba hecho.

Luego de unos minutos en completo silencio, Paul, por fin, mira a John, para así murmurar con la voz ronca por el constante llanto; "gracias"

Horas después, todo el mundo se había ido o se encontraban afuera de la iglesia ofreciéndole su ayuda en lo que fuera a Jim, las única persona dentro del lugar era Paul, quien se había decidido y ahora se encontraba a un lado del ataúd, mirando fijamente el cuerpo de su madre, mientras dejaba que las lágrimas cayeran por sus mejillas con libertad, de todos modos, nadie lo estaba viendo. Pero estaba equivocado, John lo observaba con pena en sus ojos no muy lejos.

Tan solo unos segundos después, el castaño se acerca a su bebé Paul, se queda a un lado de este, ambos en completo silencio, de todas formas no había nada que decir, que realmente valiera la pena para alguno de los dos.

Sin saber qué hacer, lo único que John decide hacer para ayudar a Paul y hacerle saber que estará ahí siempre para él, fue tomar la mano del pelinegro y entrelazarla con la suya, acariciando los suaves nudillos del otro

Y así ya estaba todo dicho.

Poor Paul [Mclennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora