Estaba teniendo un sueño maravilloso: era de noche, estaba sentada frente a una fogata a un lado del mar junto con mi familia y tenía una dulce limonada con hielo en mi mano, era deliciosa. Bajaba por mi garganta rápidamente, y aunque nunca se terminaba yo seguía teniendo sed, entonces bebía más, pero la sed no disminuía. Mi familia estaba entretenida en su plática y yo en los movimientos del fuego hasta que me percaté que de entre las sombras una extraña silueta me estaba observando. Salté asustada y traté de avisarles a todos que corrieran, pero nadie me escuchó. La silueta se acercaba rápidamente, y justo cuando estaba por atacarme desperté.—¡Aléjate! —grité con todas mis fuerzas, me senté sobre la cama y me di cuenta de que no estaba en mi habitación.
Froté mis ojos con mis manos mientras escuchaba pasos acercarse hacia donde yo estaba. La puerta de la habitación se abrió y entró la mujer que había visto la noche anterior...
Usaba un vestido negro de manga larga bajo un chal negro, era muy alta con el cabello rojo, pero sus arrugas demostraban que era mucho más mayor de lo que trataba de aparentar con tanto maquillaje. Era inconfundible, se veía exactamente igual a la bruja calamidad.
—Por fin despiertas, querida. ¿Cómo te sientes?
La miré con mucho cuidado -—Bien, estoy bien —respondí, casi balbuceando.
—Me alegra escuchar eso —dijo dándome un par de palmaditas en mis rodillas visibles bajo la gruesa colcha bordada. —De inmediato te traeré algo para que comas, debes estar muerta de hambre.
Salió dejando la puerta un poco abierta por donde podía verse el pasillo, entonces, al tener un poco de privacidad, me levanté a inspeccionar la habitación.
No había ninguna ventana y el ambiente se sentía un poco húmedo. Las paredes estaban decoradas con papel tapiz en tonos azules combinado con marcos dorados. Los pisos parecían no haberse fregado en meses, y había ropa "escondida" bajo los muebles, estos también a reventar de más ropa. Hojas sueltas, rayadas, manchadas y quemadas eran la única decoración además de frascos y botellas de vidrio vacías acomodadas al azar, lo cual lo hacía ver aún peor.
Un espejo redondo y muy empañado en uno de los roperos me mostró mi vergonzoso reflejo. Mi cabello era un caos, y mi cara un de sastre. ¿Qué rayos me había pasado?
Volví a escuchar pasos y me senté en la cama fingiendo no haberme movido. La bruja calamidad apareció de nuevo, ahora con una charola de plata con platos pequeños llenos de galletas sin azúcar, rebanadas de pan, mantequilla y miel junto a un vaso de leche y una taza de té.
—Come, necesitas recuperarte.
Asentí y le di las gracias, me bebí el té de un solo trago y comencé a comer.
—En el cuarto de la derecha —dijo, indicando con su dedo—, te he dejado un par de vestidos míos de cuando yo era más joven. No sé si alguno te quedará, pero es mejor a que sigas usando esa ropa tuya mientras estás aquí.
Volví a asentir un par de veces pero esta vez no le di las gracias, mi boca estaba ocupada masticando las galletas. Salió de la habitación y comí el resto lo más rápido que pude. Me levanté y entré en la habitación que me había indicado.
—¿¡Qué!? ¡No es justo! —Escuché gritar a alguien en la planta de abajo antes de cerrar la puerta detrás de mí.
Esa nueva habitación tampoco tenía ventanas, y aunque se sentía un poco menos húmeda que la anterior, el ambiente era más bochornoso e incómodo. Eso sí, todo estaba muy limpio, ordenado, y decorado en púrpura y negro.
Los conjuntos que había elegido mi anfitriona no eran para nada mi estilo, elegí el menos feo para mi gusto, doblé los demás para dejarlos acomodados y fui al espejo que había frente a un peinador (este era más grande y claro que el anterior). Después de arreglarme un poco y sentirme ligeramente más presentable, salí del cuarto y pasé tres puertas más hasta llegar a las escaleras que daban a la planta de abajo.

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